Ella cambia su tristeza por la más pura alegría cuando su cuerpo es amado sin urgencia. Es discreta y se deja hacer mientras su amante como un perro lame su vulva hembra. Le aprieta los glúteos y le muerde la piel hasta que sangra superficialmente. Mientras ella acaricia su centro, él relame las gotas de sangre que se deslizan por su pecho.
PD: Hoy recupero un relato propio publicado previamente en el proyecto colaborativo de relato erótico El ojo y la aguja.