Desierto de Jordania. Anochece y una mujer beduina prepara la tienda para pasar la fría noche con sus cuatro hijas pequeñas. Una pequeña hoguera con trozos de madera conglomerada, una única y precaria bombilla que ilumina la estancia y cochambrosos hornillos de gas para preparar la cena. Al día siguiente la rutina será barrer la tienda, lavar la ropa, buscar leña y cocinar. Como el resto de sus días.
Así arranca el documental Rafea y el Sol, Rafea es ella, la mujer a la que se brinda la oportunidad de formarse durante 6 meses en la India junto con otras mujeres como ella, analfabetas también, para volver a sus poblados como ingenieras solares y llevar la luz a sus vecinos.
No había oído hablar de este documental, ni lo busqué intencionadamente, le di a reproducir creyendo que era otra cosa, y desde el primer minuto me quedé hipnotizada, no pude dejarlo hasta el final, con una mezcla de admiración, rabia y mucha emoción.
Admiración porque ver como mujeres de los cinco continentes, que sin haber salido nunca de sus poblados, sin conocer otra lengua que la suya, sin conocimientos de matemáticas, algunas sin saber leer ni escribir, se atrevían a decir que sí a un proyecto que las iba a alejar de su familia y entorno durante 6 meses.
Admiración al ver como a pesar de tener que discutir con sus familias, porque en el caso de Rafia, mujer musulmana, está supeditada completamente a la voluntad de su marido, sin poder decidir con libertad sobre su propio futuro, y a veces también con otras mujeres a las que pesa más la tradición que la razón, no deja de luchar con todas sus fuerzas para conseguir su sueño.
Rabia al ponerme en la piel de esa mujer que tiene que decidir entre sus hijas o su futuro, y saber que de todas maneras pierde, porque si se deja vencer sus hijas tampoco tendrán futuro, aunque la tengan a ella.
Rabia al ver esas sociedades machistas que supeditan la religión y la tradición a la educación, que mantienen sometidas a las hijas, hermanas, mujeres y madres para sostener ese mismo sistema que los mantiene como reyes en su pequeña parcela de poder doméstica, aunque sean reyes de nada.
Emoción al ver esa ilusión, esos ojos que descubren un mundo nuevo, la posibilidad de ser algo más de lo que hasta ahora les habían dejado ser y que les hace comprender desde ese mismo momento lo que valen y lo que pueden llegar a conseguir para ellas y para sus familias.
Emoción al ver como cambiando el futuro de una o dos mujeres puede cambiar el presente y el futuro de varias generaciones de mujeres y hombres. Gracias a personas desinteresadas que promueven esos pequeños cambios que transforman el mundo.
El programa Barefoot Collage escoge a mujeres analfabetas de todo el mundo para formarlas en la India como ingenieras solares. Son mujeres por su constancia, y tienen que ser abuelas a los 42 años, requisito que asegura que vuelvan a sus lugares de origen por el arraigo familiar, y que no quieran aprovecharse de sus conocimientos recién adquiridos para prosperar en otro sitio. A la vuelta podrán ganarse un sueldo formando a otras mujeres y electrificar sus pueblos.
Nunca mejor dicho, llevarán la luz a sus casas.