Revista Literatura

Muñequita linda

Publicado el 15 mayo 2015 por José Ángel Ordiz @jaordiz

…de cabellos de oro… (Mariana Garza)

Suben ellos, baja él por esa acera de la calle. El sol frío del mediodía invernal ilumina el ordenado caos circulatorio de vehículos y personas. Nadie más que él y ellos por la acera. Raudos ellos, cansino él. Ellos, el gigante y la chica, algo hablan en un idioma extranjero antes de que el gigante maduro, con barba de varios días, tire de la mano femenina que sujeta con la suya y obligue a la muchacha a caminar más deprisa aún. El hombre del chándal se fija en la joven y advierte que es muy hermosa, tan bella como la mujer que lo acompañó a él en otros paseos de un pasado tan remoto que le parece una mentira el recuerdo, un embuste completo el ayer. Arropa a la chica un vestido corto, demasiado leve para el invierno, sus largas piernas apenas protegidas por medias negras. Se queja la muchacha, eso sí lo entiende el hombre que pronto se cruzará con la pareja disímil. Se queja la chica y pierde uno de los zapatos de tacón. Al fin se detiene el gigante. Ella recupera el zapato, él la abofetea. Esa lágrima que la chica aplasta. El hombre enteco del chándal se encara con el gigante. El puñetazo. El del chándal caído en la acera. Sangra por la boca. Se levanta. Se encara de nuevo con el gigante. Pasan los coches, no acaricia la brisa exactamente. La puñalada. Solo la chica mira hacia atrás. ¿Nadie socorre al hombre apuñalado por el gigante? No, nadie. Yo tampoco. Sé que el hombre del chándal está perdiendo una posesión que no desea: tres o cuatro meses de metástasis. El hombre caído sangra y sangra mientras contempla el navegar celeste de navíos desflecados.

cielo


MUÑEQUITA LINDA

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