Eran tierras inhóspitas, apenas ganadas a los indígenas y difíciles de poblar con ciudadanos comunes, acostumbrados a climas menos álgidos y comodidades relativas. Al poco tiempo arribaron 11 hombres y 9 mujeres, ex convictos que persistían en su modo de vida criminal; algunos por opción, otros, quizás, precisamente por falta de alternativas posibles.
Para los presos políticos existía una opción menos humanitaria, si así puede calificarse: la Isla de los Estados, aquella donde se erigía, en San Juan de Salvamento, el faro que inspiró a Julio Verne respecto de mundos y confines. Trasladada luego a Puerto Cook, finalmente en 1911 se decidió la radicación de esta cárcel en Ushuaia y así se fusionaron ambos penales: el Presidio Militar y la Cárcel de Reincidentes.
En 1902 comenzó la construcción definitiva del edificio, en el mismo sitio donde las casas de madera y chapa albergaban en el interior helado a los convictos, quienes erigieron con sus propias manos las paredes de la que sería su última morada. Ushuaia era por aquel entonces un caserío de poco más de 40 casas; a fines de 1920 el edificio, erigido con la arquitectura propia de un panóptico, contaba con cinco pabellones de 79 celdas unipersonales cada uno, pero con el tiempo la sobrepoblación carcelaria llegó a alojar a más de 600 penados.
La disciplina era más que estricta, con un sistema de trabajo mínimamente retribuído y enseñanza escolar. Los presos solicitaban ser incluidos en talleres para aprender un oficio o bien acceder al tren que los trasladaba a cortar leña en largas jornadas que se iniciaban muy temprano por la mañana, pero aseguraban una ración de comida y transcurrir en movimiento horas interminables que, en caso contrario, los confinaban a celdas gélidas. Las sanciones, que incluían el empleo de pesados grilletes en los pies y aislamiento solitario, bastaban para consumir la salud: la única vestimenta permitida era un traje rayado en tonos amarillo y negro, cuya magra tela era más que insuficiente para preservarlos de las temperaturas extremas. Por ello la sanción más extrema, la más temida, era la prohibición de trabajar.
Aquí fueron trasladados asesinos como Cayetano Santos Godino, conocido como el Petiso Orejudo, y también presos políticos como Néstor Aparicio y Arturo Benavídez. Simón Radowitzky, de origen ruso, era un joven anarquista de 18 años que cobró notoriedad al arrojar una bomba de fabricación casera contra el carruaje que trasladaba a Ramón Falcón, por entonces jefe de la policía federal, causándole la muerte en el año 1919. Del total de los 21 años en que estuvo confinado, la mitad los pasó en calabozo aislado; casi tuvo éxito en la evasión organizada conjuntamente con grupos anarquistas chilenos y argentinos, aunque finalmente fue capturado. Radowitzky lograría el indulto 21 años después conjutamente con su destierro; aún así continuó la lucha política en España y más tarde en México, donde falleció en 1956.
La historia del presidio se encuentra directamente ligada al crecimiento y desarrollo de Ushuaia: los presos trazaron el muelle, las calles y la red de agua pública; durante los fines de semana, la banda de música que integraba tocando el bombo el mismísimo Petiso Orejudo desfilaba por el pueblo para entretener a los habitantes, siendo el único pasatiempo permitido a los confinados. Los excesos, los castigos crueles y las condiciones deplorables de vida determinaron la clausura del edificio en el año 1947: la visita guiada al museo constituye una manera de acercarse, desde la imaginación, a la historia que ha quedado guardada entre sus paredes.
El Faro del Fin del Mundo
El faro fue construído en el año 1884 conjuntamente con una Subprefectura; ambos tenían la función de custodiar y guiar a los barcos que se aventuraban por el estrecho hacia el océano Pacífico. Las olas inmensas y las rocas podían convertirse en tumba para los navegantes, rescatados por guardafaros y marineros que residían de manera permanente en el islote remoto. Cada cuatro meses, estos trabajadores eran abastecidos de comestibles y medicamentos necesarios para subsistir.
Pero el faro, por su ubicación, no proporcionaba buena visibilidad y las nubes que se cernían sobre la isla bastaban para ocultarlo, entonces en el año 1901 se levantó otro faro en la isla Observatorio y el primero fue abandonado durante casi un siglo. En 1994 el navegante francés André Bronner, admirador de Julio Verne, llegó hasta la Isla de los Estados para ver con sus propios ojos al faro que inspiró al escritor. Con su impulso y la colaboración del gobierno francés, el gobierno de Ushuaia emprendió el traslado y la reconstrucción del faro del fin del mundo.
El rompehielos Almirante Irizar, al retornar de la Antártida, embarcó los restos del faro que fue reconstruído en base al relevamiento arqueológico previo y a los planos que elaboró en consecuencia el ingeniero Mirón Gonik. Finalmente la réplica fue inaugurada en el Museo Marítimo de Ushuaia en 1997; allí se puede conocer e imaginar la dura vida dura de los seis guardafaros y el rol que desempeñaron en el auxilio de los barcos, que de algún modo inspiraron a Julio Verne para concebir al personaje central de su famosa novela.
Proyecto Pingüino
Sin embargo, pese a la asociación que generalmente se establece entre estas aves y el clima extremo del hemisferio sur, en la exposición se puede acceder a información precisa al respecto: no todas las especies requieren de temperaturas frías y hasta hay algunas que necesitan regiones tropicales como el pingüino que habita en las Islas Galápagos, o bien climas templados como el magallánico o el originario de zonas africanas.
Se establecen en colonias donde arman sus nidos con pasto, ramas y barro o en cuevas protegidas debajo de arbustos, y el alimento varía según la región en que residan. Los pingüinos fueguinos se alimentan de sardinas y peces pequeños, en tanto que su pariente antártico consume crustáceos como el krill. Los investigadores emplean registradores colocados en el dorso con cinta a prueba de agua adherida a las plumas para medir sensores de profundidad y temperatura, que les permiten reconstruir sus perfiles de buceo así como establecer las costumbres alimentarias; los sensores son retirados al cabo de una o dos migraciones para recopilar esta valiosa información.
Este conocimiento es necesario para preservar el hábitat natural y establecer los factores que afectan supervivencia y hábitos reproductivos; de esta manera se establecen áreas protegidas tanto de la especie como del ecosistema que requieren para desarrollarse. Proyecto Pingüino apunta a difundir y generar conciencia respecto de la importancia del cuidado y preservación de estas simpáticas y peculiares aves, que integran desde tiempos remotos el paisaje fueguino.