Revista Talentos

"Música silenciosa" - Álex Portero Ortigosa

Publicado el 25 junio 2010 por Marapsara

Seguro que alguna vez has leído un libro despacio para que durase más tiempo, y te ha gustado tanto que al terminarlo te has preguntado qué demonios leerás después porque piensas que nada estará a la altura.

Sabes a lo que me refiero, ¿verdad? Fue lo que me ocurrió tras leer “Fantasmas”, pero tuve suerte: existía otro libro del mismo autor que le igualaba, al menos, en calidad. No sabría decir cuál me gusta más.

En cuanto a “Música Silenciosa”: nunca había tenido la experiencia de asistir a un concierto entre las páginas de un libro. Hipnótico. No se me malinterprete, el libro no incluye ningún cd: ni falta que le hace. La melodía se encuentra entre las líneas. Y comienza cuando el bardo (mensajero, cantor, cronista) convoca al público a su alrededor y se dispone a cantar con la voz de grandes personajes universales, historias reales o inventadas pero que se repiten una y otra vez desde la noche de los tiempos. Sabremos qué piensa y qué siente un reo, un clérigo, una esclava, un soldado... entre otros, y veremos el mundo a través de sus ojos, escucharemos sus corazones y sabremos lo que están sintiendo. Y, cuando haya terminado, el bardo se despedirá de nosotros y desaparecerá.

Aunque los capítulos se pueden leer salteados, durante la primera lectura seguí el orden. Me conmovió especialmente el testimonio del soldado, un personaje que nunca he llegado a comprender completamente y que, en mi mundo perfecto, no existiría. Con un pulso y una fuerza increíble en su discurso, él nos habla, entre otras cosas, del miedo, de la violencia y de la necesidad de olvidar que se es persona durante el transcurso de una batalla: cosas que no necesitamos en un mundo perfecto y que parecen existir en éste solo para que no olvidemos sus opuestas.

...Se acercan...

Ahora todas esas palabras que componen tu sistema de valores y tu escala de sentimientos, todo aquello que tus mayores y tus maestros te entregaron para afrontar momentos difíciles, y que llevas escuchando años enteros desaparecen de tu mente como si jamás hubieran sido pronunciadas...

Eso por lo que se supone que luchamos.

Lo olvidas.

En realidad, allí y en esa situación te importa una mierda.

Sabes que vas a morir y que vas a matar, necesitarías hacer memoria y encontrar el valor, el consuelo, la motivación en la maldita filosofía, en la herencia moral, en el amor a tu causa...

Pero los gritos aterradores de la turba que se aproxima no te van a dejar pensar.

Ese recurso es inválido.

En el campo de batalla las palabras son un lastre.

No puedes verles como a hombres.

No puedes verte a ti mismo como a un hombre.

(...)

En nada creo y nada sé.

Nada amo y nada desprecio.

Sólo soy un soldado que hizo lo que se esperaba de él.

Ahora también soy un moribundo.

Un animalillo asustado que no encuentra la cueva y que contempla como cae la noche.

Y con ella el sueño.

Y con el sueño la oscuridad de la que no he de salir.

Durante una clase de teatro, en la universidad, la profesora nos preguntó cómo era posible que después de tantos años de haber sido creados, siguiéramos comprendiendo a la perfección a los personajes de Homero o Shakespeare. Y es porque los grandes sentimientos son intrínsecos al hombre, de forma que la pereza, el odio, la envidia pero también la solidaridad, el amor o la compasión siempre han estado presentes (los humanos somos aburridos, repetitivos y previsibles).

En este sentido, “Música Silenciosa” es atemporal, Homero lo habría entendido... y lo entenderán también quienes tengan la suerte de cruzárselo en su camino aun dentro de muchos años.


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