Una tarde me dio por soñar...
Él, un trovador errante, propio de su tiempo. Ella, la dueña del bar de un pequeño pueblo a las orillas del mar, pueblo al que fue a parar en su errancia el trovador una noche de tantas por causa de su oficio.
El calor sofocante del verano, la sal de la mar que lo inunda todo, resecando el paladar, y el deseo de una buena copa los puso frente a frente. Él cantó para ella las historias de sus andanzas por tierras lejanas y misteriosas. Ella lo obsequió con su mirada felina y el libar más apetecible, el licor de su existencia. Las callejuelas, las farolas y la luna los vieron caminar con rumbo norte. Se amaron con locura toda la noche. La luna, que se coló por la ventana de la alcoba, los encontró abrazados hasta el alba.
Él prosiguió su camino errante de trovador y saltimbanqui.
Ella con un beso le dijo adiós, «¡ojalá vuelva a verte!»
Él se desquició al descubrir a su regreso que ni ella ni el bar lo esperaban; la arena de la playa, las noches sin luna y el paso del tiempo se tragaron su rastro.
Y desperté. Los audífonos conectados al walkman me anunciaban un dentífrico, repuestos para automóviles y hasta un preservativo. No sabía con exactitud si lo había soñado o simplemente mi imaginación se desbordó al compás de alguna de tantas historias que nos cuenta la radio con ritmos diversos. Dos meses después la historia volvía a mí, íntegra, y supe entonces que era una canción.
Dos voces con acento español se alternaban para contar la historia; hacían una buena pareja. La voz femenina la reconocí de inmediato, pero la masculina me resultó desconocida. Era una voz áspera, con tono y modo cortés. Al finalizar la canción el locutor de turno dijo:
«Hemos escuchado a Rocío Dúrcal y a Joaquín Sabina con: Y nos dieron las diez.»
¿Joaquín sabina? Me pregunté con creciente interés. No había escuchado ese nombre. ¿Será un nuevo cantante? Me dije sin imaginar que acababa de conocer a uno de los cantautores españoles más exitosos y originales de los últimos tiempos.
Biografía de Joaquín Sabina
Joaquín Ramón Martínez Sabina nació el 12 de febrero de 1949 en Úbeda, un pequeño pueblo de la provincia de Jaén, España. Joaquín es el segundo hijo del matrimonio de Jerónimo Martínez Gallegos, inspector de policía y de Adela Sabina del Campo, ama de casa. Realizó sus estudios primarios con las monjas Carmelitas y los secundarios con los Padres Salesianos.
Siendo un adolescente, a los catorce años escribe sus primeros poemas, algunos de ellos dedicados a su primera novia, llamada Chispa.
El día que Joaquín aprobó cuarto y reválida, su padre quiso obsequiarle como mérito y recompensa un reloj de bolsillo, mas él se negó y dijo que a cambio prefería una guitarra, petición a la que el segundo accedió, sin imaginar si quiera que estaba poniendo en las manos de su hijo el mejor instrumento para labrar su futuro.
En 1968 se muda a Granada para realizar estudios de Filología Románica en la universidad. Al mismo tiempo da sus primeros pasos por el tortuoso mundo político español al participar en protestas y actividades del Partido Comunista español. Por esto se gira una orden de captura en su contra que es entregada a su padre para que la ejecute.
En 1970 Sabina se exilia en Inglaterra debido a su participación en el lanzamiento de un cóctel molotov contra una sucursal del Banco de Bilbao en Granada, en protesta por el Proceso de Burgos. Durante su exilio se gana la vida cantando en bares, restaurantes e incluso en el metro. Así también incursiona en el teatro montando polémicas obras de Bertold Bretch.
Posterior a la Muerte de Franco, en 1977, Sabina regresa a España con el trabajo adelantado de lo que se convirtió en su primer disco de estudio titulado Inventario (editado por CBS en 1978), en el que se incluyen canciones cuyos textos fueron escritos para el libreto de canciones Memorias del exilio, publicado en Londres en 1976 con un tiraje de 1000 ejemplares, mismo que fue vendido por el propio Joaquín entre sus amistades.
En 1980 se lanza al mercado Malas Compañías, álbum en el que aparecen tres importantes canciones de la historia de Joaquín Sabina: ¡Qué demasiao!, Calle Melancolía y, el considerado Himno Oficioso de Madrid: Pongamos que hablo de Madrid, que fue grabado anteriormente por Antonio Flores, versión que alcanzó el prestigioso número 1 del programa de radio Los 40 Principales.
Gracias a su extraordinario don de la palabra y la poesía, Sabina comienza a escribir canciones para otros artistas como Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Ríos. También realiza trabajos conjuntos con Javier Krahe y Alberto Pérez en el sótano del bar La Mandrágora. De esto último se graba el disco La Mandrágora, editado en 1981.
El último material de estudio grabado por Joaquín Sabina para la discográfica CBS se lanza en 1983 con el título Ruleta Rusa, en el que se encuentran canciones como Juana la Loca y Pisa el acelerador, canciones con un estilo musical predominantemente rockero.
Desde 1985 a la fecha Sabina ha grabado con BMG Ariola un total de 14 álbumes de estudio y 3 en concierto con los que ha logrado vender más de 6.000.000 de discos entre España y América Latina, incluido su último material grabado en conjunto con su personal amigo de varios años Joan Manuel Serrat, titulado La orquesta del Titanic.
Pero Joaquín Sabina no es solo un cantautor exitoso, también es un poeta de grandes lumbres con influencias que van desde Fray Luis de León, Jorge Manrique, Marcel Proust y Herbert Marcuse hasta César Vallejo y Pablo Neruda. El primero de sus libros es llamado Con buena letra, editado en 2002, que incluye ilustraciones y la letra de todas sus canciones hasta entonces. Ese mismo año se edita también Ciento Volando, libro de sonetos. En 2005 publica Con buena letra 2, un libro que contiene letras de canciones escritas por encargo o para amigos, para cine y televisión, y correspondientes a su disco Alivio de luto, lanzado ese mismo año. En 2007 la revista Interviú le sede su tercera página para publicar sus sonetos, a modo de colaborador de la revista. Ese mismo año saca a la venta Esta boca sigue siendo mía, segunda parte de los sonetos publicados para Interviú, y A vuelta de correo, epistolario publicado en la editorial Visor que recoge la correspondencia entre el cantautor y diferentes personalidades como el Subcomandante Marcos o Fito Páez, entre otros.
Dueño de una picardía juguetona, plasmada magistralmente en versos y estrofas que cantan a la vida y a la muerte, al amor y al desamor, al futuro, al pasado y casi nunca al presente, Joaquín Sabina es sin duda alguna un músico, poeta y loco de primera clase, un juglar de fines del siglo XVI que vive al ritmo de fines del siglo XX e inicios del siglo XXI con una mirada desenfadada, capaz de ridiculizar a los idiotas, amansar a las fieras y enloquecer hasta a la más gentil de las damas.
En 1992 se lanza el octavo disco de estudio de Joaquín Sabina, titulado Física y Química, álbum constituido por once canciones, siendo la primera en el orden Y nos dieron las diez, grabada a ritmo de vals con la voz del propio Joaquín. Gracias al éxito que alcanza esta versión en España y la popularidad que había ido ganando Sabina en Latinoamérica se apuesta por realizar una versión acompañada de mariachi e invitando, para cantarla con Joaquín, a la grandiosa cantante Rocío Dúrcal, quien ya tenía un arrollador éxito cantando rancheras.
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Ahora comparto con ustedes, mis queridos amigos y lectores, Y nos dieron las diez, en su versión ranchera con Joaquín Sabina y Rocío Dúrcal, para que, como a mí, les de por imaginar y soñar con esta galante historia.