Revista Literatura

Mutaciones, Cristina Diez

Publicado el 08 julio 2013 por Adriagrelo
En la oscuridad del estudio hay una biblioteca. En la biblioteca, cierto libro entre muchos. El libro es una colección de leyendas orientales En el sector del índice empieza la insurrección. Los títulos y los números romanos se deshacen y forman dos manos. Las manos destejen la trama narrativa durante varias noches. Finalmente, sólo quedan las letras doradas de las tapas y el lomo. Ahora el libro es un estuche que guarda dos ovillos negros.Pasa algún tiempo. Se remata la casa. El comprador, hombre solvente, trae un ejército de empleadas domésticas para hacer la limpieza. Mientras apilan los volúmenes en el suelo para desempolvar los estantes, una de ellas descubre el cofre y lo abre. Se queda asombrada y complacida. ¿A quién podría interesarle un costurero con forma de libro? Lo guarda sin que la vean y lo lleva a su casa.Pone los ovillos en la bolsa de lanas sobrantes, con las que teje cuadrados para armar frazadas, y dispone la caja como un adorno extraño en la mesa de noche. Agotada, se acuesta y apaga la luz. Entonces, la tapa del estuche se levanta y el objeto empieza a contar las historias deshiladas. Cada noche el cuarto frío y pobre se puebla de seres increíbles, embarcaciones, perfumes, palacios, océanos, risas, música, llantos, magia, amor, aventuras, tormentas...Cada noche la mujer se va a dormir ansiosa y feliz, esperando que siga el relato.Tanto se apasiona que empieza a tener insomnio. Ahora, mientras escucha la narración, saca los restos de lana que ha guardado y empieza a tejer un cuadrado negro, otro blanco, otro rojo... Durante todo el otoño agota las lanas y, no sólo asegura su abrigo y el de los suyos, sino que regala mantas a varios vecinos.Pronto descubre que ya no tejerá más. La caja parlanchina se ha cerrado en un mutismo prolongado y –ella lo intuye- definitivo.En adelante, después del trajín diario, les cuenta a sus hijos y a los de otros lo que oyó durante cada noche de cada mes. El brillo de las miradas y el silencio expectante son el espejo que le devuelve su propia imagen de oyente en silenciosa maravilla. Y comprende todo. Todo lo que tiene que comprender: se ha convertido en una narradora oral

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