Llevaba cerca de un año detrás de un Kindle antes de que me lo regalaran. Como algunos sabréis, soy lector de manuscritos en varias editoriales, y además trabajo como corrector en una de ellas. ¿Qué significa eso? Que tengo que pasarme horas y horas pegado a la pantalla, leyendo y concentrándome en el texto. Y eso no es nada bueno para la vista, de ahí que quisiera un libro electrónico. La razón es simple: la pantalla del Kindle es de tinta electrónica.
¿Qué significa esto? Pues significa que leer en la pantalla es prácticamente igual que leer en papel, sin molestos píxeles ni retroiluminación que dañe la vista, y tampoco produce reflejos. Este tipo de pantallas, sin embargo, tienen una pequeña desventaja, y es que es necesario leer en un lugar iluminado... como si de un libro real se tratara, vamos (aunque los últimos modelos cuentan con retroiluminación). Aun así, la pantalla de tinte electrónica presenta ventajas respecto a los libros en papel, como la opción de cambiar el tamaño de fuente o el interlineado para hacer más cómoda la lectura.
Meter archivos en el Kindle que no se hayan comprado en la tienda de Amazon (como los manuscritos que mencionaba o cualquier tipo de documento personal) es tan sencillo como conectar el aparato al ordenador o enviarlo a través de internet. Sin embargo, esto tiene truco, y es que muchas veces el formato será algo incómodo de leer. Por suerte, para evitar esto tenemos una herramienta llamada Calibre, que convierte el documento al formato que deseemos y que permite eliminar márgenes o títulos para facilitar la lectura.
A ello hay que añadirle que el precio de un libro electrónico cualquiera siempre es inferior al del libro en papel, aunque también hay que decir que las editoriales españolas todavía tienen que ponerse un poco las pilas en ese sentido. Aun así, tarde o temprano acabaréis amortizando el precio del e-reader.
Además, también hay que tener en cuenta el enorme ahorro de espacio que supone: el Kindle es del tamaño de una novela de bolsillo y en él caben miles de libros. Yo lo noto mucho sobre todo a la hora de viajar en metro o en avión, pues un lector de libros electrónico pesa mucho menos que cualquier novela y ocupa menos espacio.
Como podéis ver, el Kindle (y cualquier otro lector de libros electrónicos, claro está) presenta muchas ventajas, aunque también algunos inconvenientes. No seré yo el que trate de convenceros de si merece la pena que lo compréis o no. En mi opinión, eso es una decisión que tenéis que tomar dependiendo de vuestro volumen de lectura. Si leéis uno o dos libros al mes, me parece un gasto innecesario. En cambio, si leéis mucho y estáis dispuestos a comprar la mayoría de los libros en formato digital, o bien trabajáis en algo relacionado con el mundo editorial, un ebook es una muy buena adquisición. Yo, desde luego, estoy contentísimo con el mío.
¿Y vosotros? ¿Tenéis un e-reader o estáis pensando en adquirir uno? ¡Contádnoslo! Y, como siempre, ya sabéis: si tenéis alguna duda, preguntadla en los comentarios y os la responderé.