No sé de la noche
ni del pájaro que sin ver el sol canta
rompiendo el canto en mi ventana.
Ni de su piel trigueña
ni sé de la nada, nada.
No sé de la falta
ni de su imagen soñada.
No sé cuando llegará mi muerte
ni el fin de la madrugada,
no lo sé.
Te extraño, y ya no importa nada,
necesito un abrazo
que le de calor a mi piel cansada.
Necesito el sueño
la vigilia
y dos manos enamoradas,
que se disputen mi alma
adivinando esta lluvia lejana.
Rubén Callejas