Revista Literatura

Nara, la montaña y el cuervo

Publicado el 23 octubre 2011 por Migueldeluis

Cuando el mundo no sabía que iban a nacer tus abuelos, había una niña. Se llamaba Nara. Nara vivía cerca de una montaña muy alta. Todos los días, al despertar, acudía presurosa a la ventana. La abría, se asomaba y ahí estaba su amiga, inmensa en el cielo, la gran montaña. Nara siempre la saludaba así:“Hola amiga montaña, te deseo felicidad, mañana subiré a tu cima.”

Pero no había acabado cuando un viejo cuervo se posaba en el alféizar de su ventana y con voz no muy bonita la decía así: “No podrás subir, tu eres una niña muy pequeña y ella una montaña gigante.” Siempre, justo en ese momento, Nara se quedaba triste. Creía que no podría subir y que nunca sería lo bastante fuerte.

Hasta que llegaron a su aldea unas nubes sonrientes. Taparon todo el cielo y también el pico de la montaña. Así se veía mas pequeña. Esa mañana, Nara no dijo: “Mañana subiré a tu cima.”, sino “Hoy subiré.” Cuando llegó el cuervo a su ventana no la encontró; estaba en la cocina desayunando. Fue a la cocina y allí no estaba; había ido a su cuarto a vestirse. Voló a su cuarto, pero la niña se había puesto su abrigo, su gorro de lana rojo y sus botas de arco iris y se había marchado. Cuando la alcanzó Nara ya estaba en las faldas de la montaña.

–“Hola, cuervo.” —Fue el saludo de Nara.

—“Hola, niña, ¿qué haces?” —Replicó el cuervo.

—“Subir.” —Explicó la niña.

—“Pero no puedes subir, la montaña es muy alta.” —Dijo el cuervo.

—“Ya estoy subiendo” —Fue la alegre réplica de Nara.

—“Un poquito, pero no puedes; la montaña es muy alta. Mira arriba.” —Contestó el cuervo.

Nara, miró hacia arriba, cada vez más y más alto hasta vio tantos millones de nubes que tuvo miedo. Se dio cuenta de que la montaña seguía siendo muy alta. Así que fue bajando los ojos poco a poco. Así ya no veía a las nubes tan altas. Sólo veía las unas fresas que crecía un poco más arriba de donde estaba. Como tenía hambre, trepó a por ellas.El cuervo la persiguió, pero ella llegó antes y se las comió todas.

El emplumado le engañó. —“No trepes más, no puedes. Vuelve a casa, se va a hacer de noche.”

La niña pensó que tenía razón, y quiso hacerle caso. Pero el sol se fue a dormir en un santiamén y antes de que Nara se levantase ya estaba oscuro. Nara se puso a llorar, porque se iba a pasar la noche sola en la montaña. Lloró tanto que sus lágrimas fueron bajando convertidas en un arroyuelo que mojó a una vieja araña. La araña, que se llamaba Nicoleta, se enfadó, puso sus ocho patas a funcionar a toda potencia y corrió a dónde estaba Nara.

—“¡Niña!, ¿por qué lloras?” Gritó Nicoleta.

—“Porque estoy sola y tengo frío.” —Respondió Nara

—“Ay niña, si no hubieses estado mirando al suelo, llorado, habrías visto que hay una cabaña abandonada cerca, un poco más arriba.” —Le reprendió la araña.

La muchacha se enjuagó las lágrimas y contestó muy temblorosa —“Pero estaré sola”.

Y dijo Nicoleta —“Bueno, ponme en tu bolsillo y pasaré contigo la noche; pero no llores.”

Se fueron las dos a la cabaña y se durmieron hasta que salió de nuevo el sol. Nicoleta se despertó primero y al mover sus patitas hizo cesar el sueño de Nara. La niña, lo primero que hizo fue salir y al levantar la mirada le pareció que la montaña era mucho más pequeña. Sucedía, que las nubes habían bajado mucho y parecía que se podían tocar alargando la mano. Nara lo intentó, pero como era muy pequeña no las alcanzó, así que, subió la montaña corriendo para alcanzar las nubes.

El cuervo quiso engañarla otra vez —“No vayas, no puedes subir la montaña.” Mas la niña estaba muy lejos para oirle. El pajarraco la persiguió, pero antes de que pudiera alcanzarla, Nara se había metido entre las nubes. Lo curioso fue que cuando entró, las nubes no eran nubes, sino niebla. Nara siguió subiendo desconcertada, hasta que salió de la niebla. En ese momento miró atrás y vio que estaba por encima de las nubes. Luego miró hacia arriba y se dio cuenta de que no podía subir más: ¡había llegado a lo más alto de la montaña! Nicoleta, la araña, sonrió al ver que nadie era más alto que ellas salvo el cielo. La niña, se sentó en la cima y, acariciando la tierra, dijo: “Amiga montaña, ya hice lo que te prometí; ahora tengo que bajar, mi mamá me estará buscando.”

Justo en ese momento surgió el cuervo de entre el mar de nubes, todavía graznado. “¡No puedes subir! ¡No puedes subir!”

Pero al ver a Nara y Nicoleta sentadas en lo más alto de la montaña, cambió su discurso: “¿A qué ahora no puedes bajar?” Pero la niña sí pudo bajar y nunca más hizo caso al cuervo tonto.

Notas

Uno de mis pocos cuentos infantiles. Se trata de una alegoría, que habla de las actitudes necesarias para afrontar grandes retos y de algunas situaciones que he tenido que pasar, pero contados a través del juego de los cuentos.

Información

  • Palabras: aproximadamente 1000

  • Páginas: 4

  • Género: Literatura Infantil

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