Revista Literatura

Narración de una fechoría

Publicado el 11 febrero 2013 por House

Mi mujer y yo somos de las personas que tenemos el privilegio de decir que en adelante podremos celebrar dos cumpleaños: el día que nacimos, y el que renacimos tras un accidente de tráfico.    El pasado domingo día 3 circulábamos por la A8 en dirección al Aeropuerto de Asturias. Al pasar la salida de Avilés, inicio la maniobra de un adelantamiento a un vehículo Ford Mondeo de color gris. Cuando comienzo el adelantamiento, sin apenas sobrepasar su parachoques trasero, el vehículo, como una exalación, se cerró en diagonal hacía nosotros, echándonos del carril izquierdo de la vía hacía la mediana de la autovía. Afortunadamente pude frenar lo suficiente para que el impacto fuera lo más liviano posible; aun así, su aleta trasera izquierda salió despedida al aire cayendo en la propia mediana. Como un autómata, él regresó al carril derecho, y nosotros, presa de pánico y del susto, hicimos lo propio, sin detener el vehículo, y aliviados porque los tres vehículos que venían detrás de nosotros lograron frenar a tiempo y evitar un choque de consecuencias incalculables. En un principio, pensamos que esa maniobra había sido fruto del sueño. Pero en pocos segundos, comprobamos que el conductor iba totalmente ebrio dado que circulaba de lado a lado de la vía; tan pronto se golpeaba con el quitamiedos del lado derecho como repetía la hazaña que originó la colisión con nuestro vehículo.    Como es lógico, de inmediato pusimos los hechos en conocimiento de la Guardia Civil de Tráfico, que nos recomendó que no lo adelantáramos, y que si no estábamos lesionados, que continuásemos nuestro trayecto y que en unos minutos volverían a contactar con nosotros.    Ya en el aeropuerto, la Guardia Civil nos avisó que venían a nuestro encuentro para llevar a cabo el atestado correspondiente. Cuando llegaron, y vieron el estado en que quedó nuestro vehículo nos felicitaron por estar vivos y apenas tener lesiones leves. El conductor del otro vehículo, que consiguieron detenerlo más allá de Cudillero, circulaba sin seguro, sin carnet de conducir, y con una tasa de alcohol en sangre que superaba con creces lo establecido. Parece ser que la Policía Local de Avilés lo andaba buscando también porque ya la había liado en el propio casco urbano de la villa del Adelantado.    Hicimos el atestado correspondiente, y, dado que mi mujer, se quejaba de dolor cervical y de columna, acudimos al Servicio de Urgencias del Hospital de Jove para que valorasen las posibles lesiones. Afortunadamente llevar un coche grande y potente es una garantía en situaciones como ésta.    De todo este suceso, hay un hecho que tanto a ella como a mí nos enerva. Si el accidente ocurrió en torno a las 16,00 horas, cuando el equipo de Atestados llevo al aeropuerto serían en torno a las 17,15 más o menos. A esas horas, el individuo estaba ya en libertad con cargos por conducción temeraria. Esto es indignante. No culpabilizo a la Guardia Civil que bastante tiene. La responsabilidad la tienen que asumir otros: quienes legislan de manera tan absurda. ¿Por qué nos permitirnos el lujo de que se trate con benevolencia este tipo de fechorías? Lo lógico es que ese individuo hubiese pasado a disposición judicial, y estuviera un tiempo a buen recaudo. ¿Quién asegura al legislador que ese tipo de vuelta a casa no va a repetir su gesta? No es serio. De igual forma que tampoco es serio el hecho de que, al no tener seguro, nuestra compañía (y nosotros personalmente por derivación), tengamos todos los problemas del mundo para que se indemnice los daños materiales y, lo que no tiene ni perdón ni escusa, los daños físicos.    Insisto: Somos afortunados, pero mientras a ese tipo (y a otros como él) no se le ponga en su sitio, estamos en una sociedad débil y, lo peor, amparada en un Estado de Derecho que se alza sobre unos cimientos de arena. Muchas cosas fracasan en nuestra sociedad. Demasiadas.

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