Con sólo pedirlo
Nasrudin fue sorprendido trepando al gallinero de su vecino.
—Me asombra que tú, Mullah, un hombre de tu edad, te deslices en mi gallinero como un jovenzuelo ladrón en la noche. Si hubieras venido a verme como un vecino y me hubieras pedido una gallina, te la habría dado.
—Tienes mucha razón. Un hombre tan entrado en años como yo podría resbalarse y torcerse un tobillo, o cortarse los dedos con la cerca... Ciertamente, estaría encantado de aceptar tu amistosa oferta de una gallina.