Exculpación a la afrenta
El rey intentó comprobar el mentado ingenio de Nasrudín.
-He decidido un intrincado problema para ti, Mullah Nasrudin. Ve si puedes ofenderme de manera que tu exculpación a la afrenta sea tremendamente peor que la original.
-De acuerdo, dejadme pensar unos segundos, dijo Nasrudin.
Al instante se acercó al rey, le tomó de la barba y le besó en la boca.
-¡Estás ebrio, maldito rufián!, balbuceó el monarca, despavorido.
-Perdonadme, Majestad, contestó el Mullah, por un momento os confundí con vuestra señora esposa.