El don del habla
Después de tantos años de abnegado servicio, el burro de Nasrudín murió. El Mullah quedó tan perturbado que prometió darle un entierro más que decoroso.
En la noche, ya avanzada, entró furtivamente en el cementerio del pueblo y enterró el cuerpo amortajado del animal. Los aldeanos se enteraron de lo sucedido y llevaron a Nasrudín a los tribunales.
-Su Señoría, dijo el Mullah Nasrudin, más que ofender, simplemente he realizado la voluntad de Dios. Antes de morir, mi burro me hablaba en el lenguaje de los humanos. ¿Y cómo podía tener el don del habla si no fuera agraciado por Dios?
-¿Y qué decía el burro cuando hablaba? preguntó el juez, con ironía.
-Me solicitó que lo enterrara en el cementerio del pueblo y pagara al tribunal veinte monedas de oro.
Los cargos fueron retirados.