Valentía real
El Mullah Nasrudin estaba sentado en el salón de té escuchando a un jactancioso joven.
—Un oso corrió hasta mí, pero le pegué un garrotazo en la cabeza. Un tigre saltó desde un árbol y lo derribé al suelo. Estalló un fuego en una casa vecina y me abrí camino luchando con las llamas y rescaté a los hijos pequeños del vecino. Un maremoto amenazaba con tragarse mi ciudad y contuve las aguas hasta que todo el mundo hubo escapado. Debo de ser el más valiente de todos los hombres.
—Realmente, contestó Nasrudín, el más valiente soy yo.
Los demás parroquianos de té quedaron asombrados al escuchar al habitualmente humilde Mullah desafiando a aquel joven insensato.
—¿Por qué eres tan valiente?
—Porque no tengo miedo cuando los invitados vienen a mi casa y no tengo ni un grano de arroz en la alacena, una hoja de té en el tarro ni una migaja de pan en el plato.