Con piel y todo
La esposa de Nasrudín observaba fascinada cómo su marido comía las naranjas, con piel y todo.
—¿No te olvidas de quitar la piel?, le preguntó mientras mordía otro trozo de fruta.
—El frutero es un hombre muy consciente, contestó Nasrudín. Si las naranjas estuvieran destinadas a comerse sin la piel, él se la habría quitado antes de venderlas.