Infeliz en casa
El Mullah Nasrudín estaba cierto día escuchando el sermón del imam.
—El Profeta Muhammad era un gran hombre de familia, dijo el imam.
—Está muy bien ser un gran hombre de familia si tienes ángeles a tu lado, le interrumpió Nasrudín desde la parte de atrás de la mezquita. Si tu esposa te causa algún problema, sólo tienes que llamar al Ángel de la Muerte para que se la lleve.
—Nasrudín, dijo el imam, ¿estás diciendo que eres desgraciado con tu esposa?
—¿No lo es cualquiera de los hombres que hay aquí?
Decidiendo poner a prueba la afirmación del Mullah, el imam pidió que todo el que fuera desgraciado con su señora esposa levantara la mano derecha.
De inmediato se alzó un bosque de brazos. Sólo Nasrudín permanecía quieto.
—Mullah, eres un incoherente, le reprochó el imam. Hace un minuto decías que eres desgraciado con tu mujer; ahora eres el único que no levanta la mano.
—No dejo la mano en su sitio porque sea feliz, dijo Nasrudín. Tengo la mano baja porque me es imposible levantarla. Esta mañana mi mujer me tiró una parrilla de hierro y me rompió el brazo.