Sin tiempo para afligirse
Cuando el burro del Mullah Nasrudín cayó enfermo, quejoso, rompió en lágrimas.
—¿Por qué lloras?, le preguntó su vecino. El pobre animal todavía está vivo.
—Pero si muere, tendré que enterrarlo, luego tendré que ahorrar para un nuevo burro, después tendré que ir a la subasta a comprar, y luego domar al sustituto. Ya ves, no tendré tiempo para afligirme.