El burro amado
Paseando en una playa, Nasrudin nota que algunos pescadores estaban tratando de mantener encendido un fuego cerca de un barco de madera, y curioso, les preguntó para qué.
-Estamos fundiendo alquitrán, dijo un pescador.
-¿Alquitrán?, preguntó un confundido Nasrudin.
Así es, estamos haciendo alquitrán para cubrir las grietas en la parte inferior de la embarcación. Esto reduce la fricción y hace a los barcos desplazarse más rápido.
Nasrudin agradeció que atendieran su curiosidad, saludó y se retiró presuroso a su casa.
Una vez en ella hizo una fogata para derretir un poco de alquitrán en una sartén. Acercó y ató a su perezoso asno, y tan pronto derretido comenzó a aplicar el alquitrán por el estómago del burro.
Cual torbellino, el aterrado burro, pronto desapareció en el horizonte a toda velocidad.
Nasrudin nunca había visto a su asno perezoso y aletargado correr tan rápido y realmente sorprendido exclamó: -¡Funciona bien!
Pero, el asno de Nasrudin no regresaba.
Ya la ansiedad lo desbordaba. Reiteradamente transitaba las calles de la aldea y siempre con la misma pregunta: ¿vistes a mi burro?.
Hartos de él, le insistieron que preguntara al sabio de la ciudad, que se decía, tenía las respuestas a todas las preguntas.
-Nasrudin, dijo el hombre sabio, su burro se ha fugado, se convirtió en un hombre y ha sido nombrado magistrado de la aldea vecina.
Agradeciendo al sabio la información, Nasrudin se dirigió a ella y tras ubicar el edificio entró en la sala.
Allí estaba sentado el juez, y el Mullah montado en cólera, le amenaza con el puño y le grita: -Vuélvete a casa, estúpido animal!
El magistrado se puso furibundo: -¿Quién eres y cómo te atreves a hablarme así? ¡te haré arrestar y envíar a la cárcel!
-Yo soy el archiconocido Mullah Nasrudin de la aldea vecina y tú eres mi burro!
-¿Quién te dijo eso?, preguntó el magistrado.
-El hombre sabio de mi pueblo me lo dijo, contestó Nasrudin.
-Eso es ridículo. ¿Estás loco?, ¿Me veo como un burro?, preguntó incrédulo el magistrado.
Nasrudin se irguió en toda su estatura y dijo: -Yo prefiero creer en la palabra de un hombre sabio y no en la de un burro.
El magistrado, furioso, ordenó que el Mullah Nasrudin sea expulsado inmediatamente de la ciudad y enviado de vuelta a su aldea.
Ya de vuelta a su casa, y en la idea del retorno de su burro, se le veía abrumado por el dolor.
Es posible que hayas perdido tu burro, Mullah, pero no debes llorar tanto y más que cuando perdistes a tu esposa.
-Ah, suspiró Nasrudin, cuando perdí a mi esposa, todos los aldeanos me consolaban y me decían: te vamos a encontrar una nueva esposa, y tu, precisamente, me encontrastes una nueva esposa. Pero, amigo mío, hasta ahora nadie se ha ofrecido a sustituir a mi burro.