La sombra
Un matrimonio cuyo mejor disfrute era ganar dinero tanto y como fuera, repasaban contando sus últimas ganancias, moneda a moneda, sonrisa a sonrisa.
El codicioso terrateniente al divisar a través de la ventana, gente reunida bajo la sombra de un árbol buscando frescor, dijo a su mujer: -Ha llegado una nueva oportunidad de ganar dinero.
El árbol estaba precisamente fuera de su jardín, se dirigió hacia él e increpó duramente a los pobres y cansados mercaderes:
-¡Salgan todos de aquí, inmediatamente!
-Señor, nos hemos detenido a descansar bajo la sombra de este árbol, pues el sol es agobiante.
-No está autorizado, este árbol es mío, y por lo tanto la sombra también es mía. Cualquier persona que quiera tomar fresco bajo la sombra de mi árbol debe pagarme primero.
-¿Para tomar fresco bajo la sombra de este árbol hay qué pagar?
-Sí, y ahora mismo. Acaso, qué cosa se obtiene sin pagar... sólo la arena del desierto se obtiene sin pagar, vociferó cínicamente.
-Señor, íbamos a la feria a vender algunas cosas para obtener un poco de dinero.
-Si no tienen dinero para pagar, refunfuñó, aceptaré sus mercancías como forma de pago, y dicho esto se apoderó de varias pertenencias de los pobres mercaderes.
En ese instante llegó Nasrudin y al enterarse de lo ocurrido dijo:
-Señor, el espíritu maligno admiraría su idea sobre los medios para enriquecerse, pero si nadie viene aquí a tomar fresco, no obtendrá nada, por eso le aconsejo que venda la sombra, y así ganará mucho dinero y de una sola vez.
-La gente siempre elogia tu inteligencia, Nasrudin. Por cierto eres merecedor de tu fama. Supuestamente me has dado una buena idea, pero, quién querrá comprar la sombra.
-Yo la compraré, dijo Nasrudin.
¿Tú, acaso tienes suficiente dinero? No venderé la sombra por menos de una bolsa de monedas de oro.
-De acuerdo, tengo ese dinero, pero haremos el negocio delante de un juez.
Cerrado el trato y obtenida la bolsa de dinero, el vendedor se sentía muy orgulloso y contento, pero al volver a su casa, en la tarde, encuentra precisamente frente a la puerta de su finca, a Nasrudin y sus amigos, sentados sobre una alfombra, charlando alegremente.
-Por qué se han sentado sobre mi puerta, protestó impávido.
-He invitado a mis amigos a gozar del frescor que nos regala la sombra, y ya caída la tarde la sombra se ha alargado hasta tu puerta, y recuerda que si entras a mi sombra tendrás que pagarme.
-Yo no soy responsable de que tu sombra llege hasta mi puerta y dime como entro a mi casa sin pisar la sombra de tu árbol.
-Tendrás que pagarme, obligado, pues pisarás mi sombra para entrar, es tu decisión.
-Entonces, te compraré la sombra.
-Dame dos bolsas de monedas de oro y será tuya nuevamente.
-Pero, yo te la vendí solamente por una bolsa... por qué, ahora, la sombra vale dos bolsas de monedas de oro.
-Es que, por la tarde la sombra es más larga y más grande, y por supuesto es mayor el precio.
Contrariado, el terrateniente decidió aceptar finalmente la propuesta, pero una vez llegada la noche, Nasrudin y sus amigos se encontraban sentados y platicando plácidamente dentro de la finca, quedando sus asnos sueltos y rebuznando dentro del predio.
-Nasrudin, por qué has entrado a mi casa, he comprado la sombra, protestaba indignado, su dueño
Te he vendido la sombra del sol, pero no la de la luna, y estamos disfrutando de ella.
-Pues, también la compraré, balbuceó trémulo, el terrateniente.
-Sólo, si erradicas la codicia y usura de tu mente sera tuya, es tu decisión, y es mi propuesta. Y terminó diciendo el Mullah Nasrudin:
No canses a tu corazón, un corazón tranquilo es mejor que una bolsa llena de oro.