Un hombre piadoso
Reunidos los habitantes del poblado, el imán comenzaba un sermón sobre las grandes acciones de los profetas. Cuando, en su forma teatral y enfática de hablar describía las gestas nobles de uno de los más prominentes, Nasrudín estalló en llanto.
—¡Mirad a este hombre piadoso!, exclamó el imán, señalándolo.
¡Está tan conmovido que no puede contener las lágrimas!
—Es verdad, sollozaba el Mullah. Me has conmovido. Mi cabra favorita murió esta madrugada y no consigo consolarme. Cuando sacudías la cabeza al hablar, me recordabas tanto a ella que me has hecho llorar.