—Mi madre cocina muy bien, manifestó el Mullah.
—¿Cómo puedes decir eso?, gritó su mujer. ¡Mi madre es cien veces mejor cocinera que la tuya!
Pletórico de ira, Nasrudín agarró a la mujer por el cuello y la sacó al jardín.
—¿Qué haces?, preguntó su vecino.
—Hay poco sitio en la casa para dos, puntualizó el Mullah. Cuatro es sencillamente demasiado.
—¿Cuatro?
—Sí, primero éramos sólo ella y yo, luego se metió en casa mi madre, finalmente, también su madre vino para quedarse. La casa estaba tan abarrotada con ellas y con sus baterías de cocina, que mi mujer ya no cabía.