Cerré los ojos y por mi mente pasan los momentos mas bellos de una niña, unos patines, dos manos agarrando las mías mientras a patinar aprendía.
Cuanta seguridad sentía mientras les tenía y con ellos compartía, momentos inolvidables de niña.
Calles en las que me vieron correr, travesuras que me reprendían y un parque de patos donde jugábamos y las tardes disfrutábamos.
Sigo echando la vista a tras y me acuerdo de lo pinches que éramos los dos, tan iguales que en ocasiones chocábamos con dos fuertes locomotoras pero eso no impedía el corazón que nos unía.
Recuerdo aquellas navidades juntos cocinando, mientras los villancicos sonaban en el salón, un impresionante Belén presidía la casa, eran momentos inmejorables de mi niñez.
No quiero abrir el presente duele, sigo en aquellos años, en aquellas navidades donde éramos 6 y el perro.
Eso si era noche buena, Navidad, noche vieja y año nuevo.
La inocencia era mi bandera, era hora de escribir a los reyes magos del oriente y pedirles un Cinexin, algo que de niña me apasionaba, tenía alma de cineasta. Toca entregarle la carta a papa mi cartero real ya que trabajaba en correos, seguro mi carta llegaba.
Ahora si es víspera de reyes y hay que limpiar los zapatos, para ponerlos bajo el árbol del salón, hay que prepara una bandeja de turrón, mazapán, polvorones y distintos dulces de Navidad para los Reyes magos del oriente y agua para los camellos que tras un largo viaje traerán sed, y como dice papa pronto a dormir, algo casi imposible con tanta ilusión y nervios de la emoción.
En casa el seis de enero amanecía temprano, los cuatro hermanos flipabamos, trenes, muñecas, coches, barriguitas con todos sus accesorios y mi Cinexin el mejor regalo de mi rey favorito, gracias papa por hacerme tan feliz.
Tras los regalos de los reyes, la emoción continuaba, papa escondía el roscón y había que buscarlo mientras mama hacia chocolate, si nos acercábamos caliente y si no frío y el que lo encontraba se comía el pedazo mas grande, que tiempos más bellos eh inolvidables en familia.