Revista Literatura

Necesidad (Marta Traba)

Publicado el 16 enero 2022 por Enrique.arbe @enriquearbe

Sí, amor mío, amor, querido mío, claro que sí, por supuesto, el aire es tan transparente como el sí, sí te amo, sí te necesito y eso es, básicamente, la idea misma del amor, la necesidad. Yo te necesito y no sabré nunca si tú me necesitas, puede ser que lo digas y hasta sea cierto, pero cómo comprobarlo, una necesidad no se transmite, no puede sino sentirse así, totalmente, la necesidad de amparo, la necesidad de compañía, la necesidad de ser dos, de sentirse dos. Sí, el cielo desde aquí se ve increíble, morado, color de piel de uva, un extraño, ceniciento, translúcido color que jamás se hubiera imaginado para el cielo. Este cielo color de párpados, alguien lo escribió y me limito a repetirlo, pero lo repito con languidez, con felicidad, apoyo la cabeza en la almohada y la echo bien hacia atrás veo la ventana al revés, vacío y translúcido, sólo cielo. Sin embargo tu mano se atraviesa en el rectángulo, queda suspendida sobre el cielo, se abre, se afirma sobre la piel finísima de las uvas moradas. Esa mano baja y sale del rectángulo de la visión; tu mano queda sobre mi cadera, pero ese ya es otro mundo que no tiene nada que ver con el rectángulo del cielo; se apoya y pesa, amor, pesa dulcemente, y a pesar de que ese cuerpo es mío y siente y recibe la huella no puedo apoderarme sino del rectángulo del cielo al revés. Recibe el tacto de tu mano como si fuera otro mi cuerpo, otra tu mano, y no tú y yo la misma cosa, una sola felicidad, un solo estado de alerta y aquiescencia. Tu mano se apoya sobre algo duro, el  hueso de la cadera es como un monte, una colina, una cordillera. Imagino tu mano pero no quiero verla, una mano de hombre, opresiva y ansiosa, largos, fuertes dedos, pero no. La imagino como es, sí, capacitada para las mínimas caricias, parece mentira que una mano masculina pueda ser tan leve, pueda reconocer las cosas con tal cautela, con tanto secreto pudor y al mismo tiempo engendrando el calor, organizándolo, articulándolo hasta que pasa de una zona a otra, va ascendiendo desde la más imperceptible tibieza, y al fin los dedos leves, incomprensiblemente dulces dedos dejan un hilo invisible sobre la piel, una quemadura en las colinas, en las cordilleras.

Necesidad (Marta Traba)

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Las ceremonias del verano

Marta Traba (
Buenos Aires, Argentina, 25 de enero de 1930 - Madrid, 27 de noviembre de 1983)

Las ceremonias del verano presenta directamente al lector, una pantalla, en la que se proyecta la cotidianidad narcisista de los ritos de formación y deformación del cuerpo en la conciencia de un personaje femenino. La autora parece así mismo practicar en su escritura, además de esa autoridad que se había ganado al lado de su antiguo maestro Jorge Romero Brest como agente del “maelstrom” de la modernización cultural latinoamericana, la racionalidad espacial y técnica con la que su otro maestro en París, Pierre Francastel, había definido el arte y la arquitectura casi veinte años atrás. De manera que en ese momento, con estos ingredientes apropiados en su discurso estético, Marta Traba se dispone a crear una obra de ficción, un producto artístico propio. Sólo que la novela se convertiría en un oficio más complejo, lleno de una gran carga emocional, pues ocurre en esa dimensión de creación inestable y amenazada, que más tarde ella misma llamó “zona de carga y descarga”.
La autora intenta resolver en su escritura algunas cuestiones problemáticas de un texto que a partir de personajes imaginarios, está inscrito en la historia que se está gestando en el momento en que se escribe. Por una parte emprende la invención de ese nuevo oficio de escritora de ficciones, y por otra, intenta aclarar sus vivencias de la Historia en el presente.
Sarah González de Mojica [academia.edu]

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