Por desgracia, le salí a mi padre. Por más que lo he intentado, no puedo seguir con el negocio que él puso en mis manos, somos incompatibles. Me cuesta cada día cobrar a los clientes, ver sus caras de apuro cuando les extiendo las facturas, escuchar sus suspiros ahogados por la inquietud cuando leen las cifras. El mundo se ha vuelto difícil y todos pretenden que me dirija al muerto, y a mí, como a mi padre, me sobra corazón cuando me regatea un difunto, que bastante tiene el pobre con estar seco como la mojama y aguantar la cara severa del embalsamador.Cierro la funeraria y me voy al hoyo, la alternativa más barata para los tiempos de crisis. A diferencia de tantos descreídos, guardo dos ases bajo la manga: la reencarnación y, si falla, la resurrección, que ambas caben en el mismo saco de ilusiones últimas. Me cansé de tantas gaitas.
Por desgracia, le salí a mi padre. Por más que lo he intentado, no puedo seguir con el negocio que él puso en mis manos, somos incompatibles. Me cuesta cada día cobrar a los clientes, ver sus caras de apuro cuando les extiendo las facturas, escuchar sus suspiros ahogados por la inquietud cuando leen las cifras. El mundo se ha vuelto difícil y todos pretenden que me dirija al muerto, y a mí, como a mi padre, me sobra corazón cuando me regatea un difunto, que bastante tiene el pobre con estar seco como la mojama y aguantar la cara severa del embalsamador.Cierro la funeraria y me voy al hoyo, la alternativa más barata para los tiempos de crisis. A diferencia de tantos descreídos, guardo dos ases bajo la manga: la reencarnación y, si falla, la resurrección, que ambas caben en el mismo saco de ilusiones últimas. Me cansé de tantas gaitas.