En ocasiones, cuando más a gusto se está por cómo parecen ir las cosas, en medio de las risas reverbera un silencioso hueco, como preámbulo de una posible tormenta. Eso es lo que le pasaba a Frank en esos momentos.
El negocio llevaba ya ocho meses en marcha y continuaba con la misma cantidad de clientes, un nivel no muy elevado, por lo que Frank temía que de seguir así pronto tendrían que cerrar las puertas de su empresa, el alquiler, la luz, y otros gastos había que pagarlos hubiera beneficios o no. Su socia, Naomi, estaba ilocalizable, no parecía haber regresado de su último viaje a New York, un mes atrás. No daba señales de vida, y su teléfono móvil no parecía estar en funcionamiento. Estaba sólo a cargo de todo, y temía que se hundiera bajo sus pies.
Esa mañana, antes de abrir, tuvo claro lo que tenía que hacer. Lo primero era consultar el estado de sus cuentas, y ver que se podía hacer, minimizar los daños para que su aventura empresarial no desemboca en un completo desastre. Fue a ver a Miguel Angel, el gestor y contable de Wolf & Blackwell. Llamó al timbre de la pequeña oficina que tenía en pleno centro frente al parque. Le abrió el mismo, puesto que Miguel Angel no precisaba de secretarios ni recepcionistas. Le recibió cordialmente, tras sus gafas de diseño y su engominado pelo, un peinado capaz de resistir un ataque nuclear a gran escala.
-Hola Frank, cómo estás? Que sorpresa tu por aquí.
Miguel Angel tenía razón, su sorpresa estaba justificada. Naomi era quien se ocupaba de supervisar la gestión. Frank sólo había ido dos veces más en esos meses, pero en este momento quería ir directamente al asunto que le preocupaba, saltándose protocolos y ofrecimientos.
-Buenos días Miguel Angel, verás, Naomi no está, y no se cuando tendrá previsto volver. Vengo a saber en que estado están nuestras cuentas como empresa, aunque me deprima.
-Deprimirte dices? No veo la razón. Os va bien, tenéis un margen de beneficios que supera ampliamente a los gastos. Más concretamente sobre unos cinco mil euros de media de beneficios mensuales descontando los gastos.
-Como dices?
-Pues eso, Frank, que el ritmo de crecimiento del negocio avanza con suma rapidez.
-Joder, eso no puede ser, ya me gustaría, pero no puede ser, el número de clientes es bajo y no hemos subido las tarifas en todo lo que va de año, no habrá algún dato equivocado?
-Pues no, lo siento, monitorizo varias veces al día los movimientos monetarios de vuestra empresa, como a mis otros clientes, y puedo afirmar sólidamente que todo está bien. Lo compruebo metódicamente, no hay margen de error.
-Pues francamente no lo entiendo, a no ser que nos haya tocado la lotería sin que me haya enterado.
Frank salió del despacho de gestor, aprovechando que recibía una llamada. Estaba tan sorprendido que ni siquiera prestaba atención al paisaje como siempre hacía. Estaba seguro de que su empresa se hundía, y resulta que ganaban más dinero del que había imaginado jamás, sobre los cinco mil euros al mes. Parecía que la situación era buena, mucho mejor que buena, pero como era posible? Frank era quien estaba en el día a día de la empresa y ni remotamente había facturado esa cantidad ningún mes. Daba para cubrir todos los gastos, y unos pocos cientos de euros, pero eso, lo que Miguel Angel le había dicho sobrepasaba sus mejores perspectivas de forma que parecía más un sueño que la realidad cotidiana. Mientras tanto, Naomi estaba desaparecida, sin haber avisado, ni saber una palabra de ella, o de lo que hacía por ahí. Para cuando llegó a su local, Frank llegó a la conclusión de que a pesar de las maravillosas apariencias de cuento de hadas, algo iba mal, y el estaba metido hasta el fondo.
Después de lidiar con los escasos clientes, Frank decidió hacer algo para contactar con Naomi. Como volver a llamarla por teléfono era inútil, probó a hacer otra cosa para poder localizarla. Buscó por internet al primer detective de la zona que le pareció competente, y cerró el local para ir a verle directamente, igual era algo drástico, pero no podía esperar a que su socia apareciera, quien sabe cuanto tardaría.
Entró en el portal de un edificio que tenía ya sus añitos, pero la zona era buena, frente al centro comercial, en el mismo centro. Se dirigió al segundo piso. El detective se llamaba Aurelio Ardura, un tipo alto que intimidaba, con su pelo castaño cortado a cepillo y una cara adornada con un gran bigote. El detective se dirigió a el con una voz ronca, seguramente producida por el consumo de tabaco, puesto que en ese momento estaba fumando, lo que impactó a Frank, que no acostumbraba a ver a casi nadie fumar en su centro de trabajo, lo cual era curioso y a la vez podía serle útil que al detective le importase un pito la legislación sobre algunas cosas.
-Digame que es lo que necesita, señor Blackwell?
-Necesitaría poder localizar y ponerme en contacto lo antes posible con Naomi Wolf, mi socia.
-Sabe cual fue el ultimo lugar en donde estuvo?
-Supongo que en Nueva York, de donde somos los dos, ella se va allí unos días cada uno o dos meses a ver a su familia. De eso hace un mes, y no hay manera de dar con ella.
-Bueno, New York, eso puede llevar un tiempo...
-Sólo necesito ponerme en contacto con ella brevemente, en nuestra empresa, la de los dos, pasa algo, y tengo que hacérselo saber. Comience desde aquí, con esta lista de empresas, que son con las que normalmente trabajamos.
-Bien, debe saber que el servicio puede no ser barato, según el tiempo que requiera...
-No importa, el dinero no es un problema... bueno, si, en realidad si lo es, por eso estoy aquí.
-Que quiere decir?
-Que ese es el problema que quiero hacer saber a mi socia. Tenemos muchos más beneficios de los que facturamos.
-Bueno, la mayoría de la gente suele llamar problema a lo contrario, no a eso.
-Ya, pero digame usted, como profesional de su sector. Si ganara casi seis mil euros y factura menos de la mitad, es que algo raro pasa, no?
-Si, claro, huele a chamusquina. Alguna actividad bajo mano tiene que haber ahí.
-Pues eso es, señor Ardura, es lo que me preocupa además de la ausencia de mi socia. Temo estar metido en algo raro sin saber que es lo que pasa. Quizá sea cosa de Miguel Angel Talavera, nuestro gestor y contable.
Ardura tomaba notas en una libretilla, sin dejar de mirar a Frank mientras le hablaba. Pensó unos segundo y dijo:
-No se preocupe demasiado, me pondré desde ahora con su caso, y para mañana mismo le presentaré el primer informe con los adelantos.
-Gracias señor Ardura, aquí tiene la tarjeta de nuestra empresa, con nuestra dirección y los teléfonos móviles de mi socia, y el mío, en donde puede localizarme. Que tenga un buen día.
Frank salió de la oficina del detective y se dispuso a esperar sin hacer nada el resto del día. no tenía humor para abrir esa tarde el negocio, si su socia desaparecía un mes, por que no el una tarde? Además, los beneficios seguirían llegando mágicamente, se temía, al menos hasta que Ardura diera con algo, o con Naomi. Si el detective no encontraba nada en un par de días, iría a la policía, quizá lo primero que debió hacer, ahora que lo pensaba con detenimiento.
Se metió en su casa, de la que no iba a salir ya hasta el día siguiente. Por la noche, apenas pudo dormir unas pocas horas seguidas, en las que le martirizaba un extraño sueño en el que estaba desnudo y tirado en una montaña de billetes de dolares y euros mezclados, mientras la gente que pasaba alrededor le señalaba con el dedo y ponía cara de asco.
El sueño fue interrumpido por el sonido del despertador, que devolvió a Frank a la realidad. Eran las ocho de la mañana. Una ducha rápida para despertar del todo. Su desayuno fue interrumpido por un tono de móvil, el suyo. Rápidamente contestó sin mirar quien llamaba, esperando que fuesen nuevos clientes recomendados por los actuales.
-Diga?
-Frank Blackwell? Soy Aurelio Ardura.
-Ah, si, señor Ardura, digame.
-Venga a verme a mi oficina lo más pronto que pueda. He dado con algo que le interesa.
-No tardaré. Estaré allí antes de que abra al público... dentro de media hora aproximadamente... Gracias