Revista Literatura
Negocios-Liquidación por cierre
Publicado el 22 octubre 2014 por Xabelg-Por lo que me has contado, las cosas andan caldeadas, majo. Un par de muertos y todo...
-Si, Ardura, Naomi, y un... desconocido, un tipo que no se quien era...
-Tu no lo sabes, pero seguro que tu socia si lo sabía. Debía conocerlo un poco para liarse a tiros con el.
-Menos mal que... que no llegué antes, cuando se estaban disparando mutuamente. Ya es bastante malo haber visto la sangre y los cadáveres. Con todo esto, que es lo que podemos hacer?
-Pues... tal y como como está el asunto de revuelto, lo más aconsejable es lo que en un principio no quisimos hacer, entregar las pruebas que recopilé a la policía y que ellos se coman el marrón. Yo desde luego no veo que otra cosa podría hacerse así a título individual. No tengo autoridad para acusar directamente ni detener a nadie, si eso es lo que sugieres.
-No, no sugería nada, es que... igual es hora de actuar rápido.
-Eso pienso hacer, voy a ir a la policía con todo el material, no sea que nos pillemos los dedos en todo este guirigay. No tengo ganas de acabar con piercings de plomo como tu socia. Así que vamos.
-A donde?
-A comisaria, o es que prefieres que la cosa se infle más y acabar tu en el banquillo?
-No, claro que no...
-Pues manos a la obra, a darse una vuelta por comisaría!
Ardura sacó del archivador todos los cachivaches incriminatorios del caso, echándolos en el maletín, y con el en la mano salió de su oficina hacia el coche, acompañado de Frank.
Un bonito día, en opinión de Miguel Ángel. En realidad, un gran año para el, en el que ganaba una pasta casi sin hacer nada. Las cosas le iban bien en el terreno económico, un terreno económico un tanto subterráneo que permanecía oculto a la vista de hacienda. Le iba pero que muy bien, tanto, que pensaba en contratar a una secretaria que le llevara la agenda y a la que intentar llevarse a la cama.
La alegría le duró hasta que abrió el periódico. Los asuntos que el manejaba y que creía profundamente resguardados, se habían hecho públicos. Salió muy rápido del despacho en busca de aire, que le faltaba al leer los titulares. Se marchó en busca de aire fresco y algo más. Sabía a donde ir en caso de emergencia. Desafortunadamente para el, su lugar de destino fue decidido por otros.
Todas los medios de comunicación locales y regionales, además de algunos nacionales, se disputaban a bofetada limpia el honor de dar la noticia de que una criminal internacional había sido abatida en su propio piso. Una narcotraficante y asesina fugitiva, buscada en su país, los EEUU. Se conjeturaba que la fugitiva había corrompido e implicado a una parroquia local en sus turbios manejos, acabando muerta en un tiroteo con un socio descontento con su parte del botín. Ardura había acertado en su proceder intuyendo que la prensa acabaría por hacerse eco de la noticia. El tan sólo aceleró el proceso filtrando algunas cosas y siempre omitiendo cualquier mención a Frank. Fue una explosión nuclear informativa, en el apacible Avilés, de repente pasaban cosas tan sórdidas como en cualquier episodio de una de esas series policiacas.
Los interrogatorios del asesor por parte de la policía dieron sus frutos y, acompañados por las pruebas de Ardura sirvieron para despejar las nubes de sospecha que se cernían sobre Frank. A Miguel Ángel sólo hubo que apretujarle un poco para que soltara todo lo que sabía sobre la mierda en la que andaba metido. Cuando la policía registró la iglesia, además de encontrar miles y miles de euros, dio con un buen arsenal y con una cantidad de droga con la que podría colocarse toda España varias veces seguidas. La policía había encontrado resistencia por parte del cártel de Miami que fue rápidamente reducido y desarticulado, aunque lo desconcertante fue que en el momento de iniciar el asalto por parte de las autoridades, el cártel de Miami se encontraba enzarzado en un pequeño tiroteo con un grupo de hombres vestidos de negro, que también resultaron detenidos. A los hombres vestidos de traje oscuro se le s identificó como empleados contratados por la conferencia episcopal. Confesaron haber sido informados del negocio que se escondía en la iglesia, habiendo recibido órdenes de la cúpula de la organización de llevarse todo el material y limpiar el rastro después. Al parecer, alguien en la cima de la conferencia episcopal quería explotar el negocio para sí. Uno de ellos identificó el cadaver del asesino de Naomi como un compañero.
Ardura, con aquella simple acción, se ganó la consideración de la policía, que desconocía o simulaba desconocer que fue el quien informó a la prensa y sacó el caso a la luz pública. Frank tampoco salió perjudicado del todo de aquello, fue exculpado de toda sospecha, pero la empresa, su empresa fue investigada y desmantelada, y el dinero de la cuenta de la empresa fue requisado. Después de aquella experiencia por la que acababa de pasar, ni España le parecía tan idílica, ni New York tan oscuro. El y Ardura se veían ocasionalmente, mientras la gente de la calle, iba poco a poco olvidandose del asunto y abordando otros asuntos sucios de los que la prensa daba buena cuenta a diario. Al cabo de unos meses, Frank desapareció, lo que inquietó ligeramente a Ardura, sospechando que quizá no fuera por su propia voluntad, y sospechando también quien podría ser el causante. La banda de Miami había sido desarticulada, pero la otra banda implicada llevaba siglos metida en asuntos sucios, quizá se enteraron de su existencia y se lo llevaron. Investigó brevemente, pero no encontró nada, por suerte, o por fortuna. No era cosa de arriesgar el pellejo inútilmente, es decir, gratis. Había algunas ausencias, pero la vida seguía.