Como te lo digo. Negro sobre blanco que me enamoré de este cuadro cuando lo vi. Lo reconozco, me encapriché. Pasaba a verlo de vez en cuando por la galería A cuadros, donde lo descubrí, y se me pasaban las prisas charlando con Carlos y Alejandro sobre arte, o sobre caprichos varios.
Me explicaron la técnica de la punta seca, que no era el título del grabado aunque yo me empeñase en asegurar que era un mechón de pelo abandonado a merced del viento, tan romántico; me ilustraron sobre su preparación; y adoramos juntos a Sonia Higuera, su autora.
Hace unos días escuché que un cuadro es arte si cuando lo miras, él acaba mirándote a ti. Y éste me lanzaba guiños desde su carpeta cada vez que pasaba mis dedos por delante de él, como sin querer mirarlo, para no desgastarle el gusto que me daba.
Ya no sé si pintamos la pared primero, o si lo hicimos después de haber descubierto el cuadro, para enmarcarlo. Tal era la seguridad de colgarlo allí alguna vez. Y entonces llegó el día: un sí quiero y unos amigos generosos que sólo nos pidieron que nos gustase, que nos gustase mucho. Y eso ya estaba hecho.