De pronto, una mano decidida arranca el tapón de la bañera, y el pequeño apenas consigue conservar del rey de los mares un poco de furia apretada entre los dientes.
Sus hazañas no conocen límite. Cuando surca raudo las aguas sobre sus caballos blancos, las olas, reverenciales, encogen sus crestas.
De pronto, una mano decidida arranca el tapón de la bañera, y el pequeño apenas consigue conservar del rey de los mares un poco de furia apretada entre los dientes.
De pronto, una mano decidida arranca el tapón de la bañera, y el pequeño apenas consigue conservar del rey de los mares un poco de furia apretada entre los dientes.