Alaska 3 de noviembre de 2015,El libro Neuromitos en la educación. El aprendizaje desde la neurociencia. Voy leyendo y es como si me encontrara menos solo, porque entre los autores está mi querida Anna Forés y porque hasta ahora no había leído nada sobre neurociencia de alguien tan relacionado con la educación social. Cuando en 2008, después de leer a Dawkins, Pinker, Eagleman o Gould, empecé a dar la vara en este blog con eso de que la ciencia, la biología, la genética, o la psicología evolutiva también tenían que ver con nuestra profesión me sentía un rarito. Como si yo mismo me fuera dando golpecitos en la espalda diciendo sí, sí, hombre que sí, que es muy importante, seguro, pero tú déjate de ciencias, que para el día a día ya está Freire.Así que este libro llega en un buen momento, con la neurociencia entrando por la puerta grande de la educación, ocupando su sitio, amable pero enérgica, al lado de la filosofía, la sociología o la pedagogía.
Y habla de cosas que ya se pueden aplicar directamente a la educación social. El otro día, sin ir más lejos, entré corriendo en la reunión con la escuela con el libro en la mano y este fragmento en fosforito que parecía escrito pensando en el alumno X: «Un simple paseo por un entorno natural permite segregar una serie de neurotransmisores que recargarán de energía circuitos cerebrales que intervienen en la atención o la memoria y que se saturan como consecuencia de la actividad escolar continuada» Cosa especialmente efectiva para los chavales con TDAH. Neurotransmisores, circuitos; orgasmo para mis oídos. Ya no soy yo, el educador, qué buen rollo, reclamando un poco de aire fresco, algo diferente, para un crío. ¡Es la ciencia! Y yo con ella. Hace años ya había utilizado a Susan Pinker también en fosforito para explicar que el TDAH, bien trabajado, había sido el secreto del éxito de algunas personas.
El libro de Anna y sus compinches es un libro importante. No va de educación social, pero yo la veo por todos lados. Por ejemplo cuando rompe el mito que dice que cuantas más horas pasen los alumnos en la escuela, más aprenderán. Y aboga por el enseñar menos, aprender más, una de las claves del éxito del sistema finlandés de educación junto con los puentes que se establecen entre las familias y la escuelas. Pura educación social. Por supuesto que hay que ser prudentes antes de incorporar cualquier descubrimiento científico al mundo educativo y no dejarse llevar por modas pedagógicas. Todo lo prudente y lo rigurosa que es, en sí, la ciencia.Hace unos días leí un tweet de Fernando Trujillo que decía:#Reflexióneducativa: se nos viene encima una ola de neurociencias cuando necesitamos una lluvia fina de sociología y antropología educativa. Discrepo de Trujillo. No veo ninguna ola, en el sentido que creo que le da Trujillo, de algo que arrase irrespetuosamente con todo. Sí veo una lluvia fina, muy necesaria, de neurociencia y de ciencia en general. Y también veo, a veces, poca permeabilidad entre disciplinas. En educación social, en particular, es la ola pedagógica la que arrasa con todo. No estaría mal que a sus aguas se sumen un poco de ciencia si quiere ser, también, ola de conocimiento.***
Hablando de teatro, este fin de semana Factoría Los Sánchez volvemos a la sala Almazen, el viernes 6 de noviembre con Educador social en Alaska y el sábado 7 con Cabaret Cortazar, lo nuevo de la Factoría. Nos vemos en el teatro.
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