NEYBA TRAS SUS RECUERDOS (4)
Wilson A. Acosta S
25-7-2011
Es en esos días mágicos de fin de año cuando algunas personas somos presa fácil de la nostalgia. Las fiestas navideñas, el espíritu de solidaridad que se adueña de la familia cristiana, y esa proclividad para la temporada que nos obliga hacer un alto en la cotidianidad. Aferrados un poco a tradiciones y creencias, al recuerdo que nos embarga de seres queridos que han partido para siempre, nos transforma, y nos hace sentir tal como si un extraño huésped se alojase en lo más recóndito de nuestras interioridades, desempolvando viejas y ajadas pero muy íntimas historias, que forman parte consustancial de nuestro acerbo espiritual.
Entonces iniciamos un recuento de esos sucesos lejanos en el tiempo. Y sin proponérnoslo, nos sumergimos en aquellas vivencias que yacen ocultas durmiendo ¡pero nunca muertas! en las profundidades de nuestra psique. Las reanimamos, las palpamos y las sentimos con toda su fuerza y toda su realidad. Episodios tras episodios, sentimientos tras sentimientos, que a veces llegan a tornarnos un poco depresivos, porque casi siempre son esos los hechos que más nos han marcado por el dolor o por la felicidad en nuestra inocente niñez en la época juvenil o en nuestros momentos cruciales más recientes, los que más a menudo afloran y nos persiguen.
Alguien me dijo que esta es una condición de los seres que han sido dotados de gran sensibilidad. De los que no olvidarán jamás el llanto de una madre o la expresión de satisfación de un niño hambriento, que acaba de saciar su hambre…o la última conversación que se sostuvo con el padre ya desaparecido, pero que siempre estará presente……
Un suceso casual, sin trascendencia aparente, en estos días calurosos del mes de julio, me trajo a la memoria algunas de esas viejas vivencias. Por lo que me he sentido movido a desandar con un dejo de tristeza momentos gratos que viví en el Neyba de mis pocos años. Porque el Neiba de ahora es otro Neyba…Es una ciudad donde se ha producido una metamorfosis increíble. La natural movilidad social y la influencia foránea de las últimas décadas la ha revolucionado. Nos ha cambiado. El progreso a convertido sus viejas calles polvorientas en modernas vías llenas de ruido producido por los vehículos de motor que las transitan de día y de noche y que decretaron la desaparición definitiva de los mulos y los burros como medios de transporte, ya obsoletos. Pero siempre nobles y sufridos animales de carga, indispensables ayer para el traslado de los alimentos del campo a la ciudad y del carbón vegetal y de la leña para la cocción de aquellos alimentos. Estos ya apenas existen, son especies en extinción, deberíamos los hombres y mujeres del sur profundo levantar un monumento para agradecer a esta especie animal su aporte mayúsculo en la construcción del desarrollo y la subsistencia de los hogares de nuestros empobrecidos campos. Esforzarnos para evitar que desaparezcan definitivamente en nuestra región. En cambio, se los ha convertido en alimento, los sacrifican y se los comen, emulando la cruel acción que se dio en la hambruna provocada en la región por las guerrillas rojas y azules que combatieron inmisericorde en la famosa guerra de los seis años, contra el presidente Buenaventura Báez para la segunda mitad del siglo XIX- .
En la actualidad la ciudad está sembrada de varillas y de cemento. Una ciudad llena de modernidad que se ha tragado los últimos vestigios de el pueblo aislado y polvoriento de ayer, pero que no podrá, no obstante los cambios y la tecnología, borrar esa memoria histórica, rural y hermosa, que dio vida y fundamento ético a las generaciones que se despiden...
Quizás sea una inútil preocupación esta, la que me hace rememorar el pasado, pero es mi particular preocupación. No sé si solo a mí me acontece, pero siento que las distintas etapas de mi vida ¡todas! tienen un carácter tan particular que casi me convenzo de que cada una de ellas constituye una vida en especial, vividas con toda la intensidad en este pueblo mío y de mis antepasados queridos. ¡Será por eso que las añoro tanto!...
Es como si hubiera vivido y haya muerto varias veces en distintas circunstancias y distintos momentos de mi existencia… Ese recuerdo comienza a fluir incontenido……
CAMBUÉ…venia todos los fines de semana desde La Descubierta. Y las personas que transitaban en los escasos vehículos de motor por la otrora estrecha y solitaria carretera que serpentea todo el borde de las aguas súper- saladas del lago Enriquillo, aseguraban que hacia sin parar, a todo trote, el trayecto de los veinte y cinco kilómetros que la separa del pueblo de Neyba. Corredor incansable, tenia complejo de caballo de carrera. Era un corre caminos….Con sus dos pulgares colocados de forma paralela debajo de la mandíbula inferior, al chocar los dientes, lograba producir un sonido que semejaba el galope de los cascos de un equino al estrellarse contra la tierra dura de los caminos pedregosos del sur.
Su mundo fue muy reducido hasta que a alguien un buen día se le ocurrió llevarlo a Neyba. Entonces descubrió que su pequeño pueblo, el Lago y Las Barias habían constituido una cárcel hecha a adrede para detenerlo, imponiéndole límites a sus ansias locas de trotar. Descubrió que otras latitudes lo invitaban y se abrían prometedoras, y que el mundo era ancho y sin dueño, desmintiendo sin proponérselo la afirmación contraria del peruano Ciro Alegría.
Decidió desde entonces ser un asiduo visitante en los días en que el mercado municipal de Neyba perdía su monotonía y se convertía en una feria muy concurrida. En un hervidero de variopintos personajes. Colmándose las calles aledañas con sus burros y sus mulos cansados, impregnando el ambiente de un olor acre que despedía el estiércol y la orina animal. Con sus árganas repletas de víveres, frutas y legumbres, que traían desde todos los confines de la región para vender, y luego comprar y llevar lo necesario a sus humildes hogares. Este espectáculo visto por primera vez por nuestro amigo, lo prendó de Neyba.
La muchachada del pueblo recibió con alegría al nuevo héroe. Fascinada por el extraño sonido que hacia salir de sus dientes, que simulaba el paso ligero de un caballo. Y él, sorprendido por la simpatía que despertó su arribo a Neyba, sumiso y alegre, se conformaba con algunos centavos dados de buena gana por sus jóvenes admiradores. Todos lo imitábamos. Hacíamos concursos en los quince minutos que duraba el recreo de la escuela primaria para aplaudir al que mejor lo hiciera…Era un pueblo carente de medios de entretenimientos y CAMBUÉ nos conquistó. Nos llegó como anillo al dedo.
Pequeño de estatura, de piel clara y cabello crespo color cobrizo, ojos diminutos casi carentes de pestañas, con alguna dificultad en el hablar. Nos brindaba siempre su espectáculo en el parque central del pueblo, corriendo y a la vez produciendo el rítmico galopar con el constante choque de su fuerte dentadura.
Hasta que un día sin darnos previo aviso, sin preveer el vacio que dejaba en la alegre cotidianidad de la inocente muchachada, CAMBUÉ nos dejó para siempre. Se fue galopando tras otras dimensiones a llevar el solaz y la alegría a otros niños que como nosotros,estoy seguro, le acogerían con el mismo entusiasmo y que apesar del paso de los años guardarian tambien su recuerdo con cariño.
LAS CAÑITAS
Hará algo más de dos décadas, a lo mejor tres, un amigo fue mi anfitrión en un novedoso paseo por la Sierra de Neyba, específicamente, un sector de la Sección de Las Cañitas del municipio de Jaragua.
Para arribar a Las Cañitas hay que trepar por una maltrecha y empinada carretera que semeja una serpiente inmóvil tendida en toda su dimensión desde Jaragua hasta su final destino. En el trayecto, la peligrosa y tortuosa vía no dio un momento de respiro al motor del vehículo que nos transportaba… Por lo que este al terminar el viaje, llegó como un animal cargado y cansado casi a punto de reventar.
Instalado por primera vez en esas alturas impresionantes, escogí con sumo cuidado un promontorio, situado a solo pasos del precipicio, que me sirvió de Atalaya. Dirigí la mirada hacia el sur más allá de la hondonada, y observé sobrecogido de admiración el valle de Neyba que yacía silencioso! ¡Desde hace quién sabe cuántos siglos, junto a aquella pupila azul de incomparable belleza! Una joya elaborada por Dios, a la que una vez el poeta Armando Sosa Leyba, desde su exilio, en uno de sus tantos dias de nostalgia, comparó con el lago de Atitlán en Guatemala.
El de Enriquillo en ese momento estaba en pleno proceso de evaporación. Provocado por los candentes rayos del sol del meridiano que caían sobre el manto pesado de sus aguas amargas impregnadas de azufre. ¡Sol inclemente en esa fuerte hora del día!
Desde allí el valle parecía deshabitado. Toda una selva virgen con diminutos atisbos de civilización a ojos solo de aquel que escudriña con detenimiento la lejanía desde la lejendaria Sierra de Neiba hasta la no menos histórica Sierra de Bahoruco.
El panorama del Lago Enriquillo aparecía empañado por millones de diminutas lágrimas de plata que ascendían a las nubes en un maravilloso proceso natural como un tributo a la madre naturaleza, de sus aguas tranquilas ahítas de sal.
En la montaña el cielo da la impresión de ser un techo bajo capaz de ser tocado con las manos. Es por eso que allí la magia de la noche estrellada hace posible que la imaginación nos transporte a la frenética danza de los astros y nos haga ver estrellas andariegas junto a misteriosas lunas danzantes.
El nativo de la Sierra no puede comprender la carga de emoción que embarga a aquel espectador que por primera vez se enfrenta ante tan grandioso paisaje. Es que en su rutina sin edad, él, se ha asimilado de tal manera a su medio ambiente, que no ha tenido necesidad de detenerse en actitud contemplativa. Porque él es parte esencial de la naturaleza misma en la montaña que es su morada ancestral.
En mi entorno una exuberante flora brota espontanea a montones: la “Hierba de Menta” que derrama su agradable aroma. Flores multicolores todas endémicas que nacen y crecen sin la intervención de la voluntad del hombre. Centenares de enormes Auyamas y de Tayotas perdidas “porque no es negocio” me confesaron algunos, “transportarlos y mercadearlos en la ciudad”.
Baja temperatura. Arboles que parecen desafiar al cielo´, entre ellos los vastos Pinares, las floridas y gigantes Amapolas y la Guama que dan sombra benéfica a los Cafetales. Y a la distancia, podían verse pequeños sembradíos de Apio a cada lado de los trillos que en su constante subir y bajar, hace posible la precaria comunicación en la zona.
Las noches en las Cañitas son de un frio irresistible. El silbido del viento entre las ramas de las altas copas de los Pinos es una melodía fantasmal arraigada en la existencia de la Aldea. A nosotros nos despertaba con un poco de sobresalto, mas, para ellos los nativos, esa melodía es parte de su identidad, de su razón para vivir y morir en ese mundo de Luciérnagas de silencio y de misteriosa obscuridad.
Voy tras los primeros pasos de aquellos hombres y de aquellas mujeres que hicieron de estos montes ,primero su refugio y más tarde su hogar... Me limito en esa madrugada de insomnio a reconocer con los ojos del espíritu que vuela tras los fantasmas de negros cimarrones de indios y de grifos, que un día obligados se aposentaron aquí aliados por el amor a la libertad y por la pasión del sexo,reconocer si, esa odisea que todavia no ha sido bien ponderada de las ëtnias que contribuyeron en la formación de nuestra identidad nacional.
No me es posible dormir, y entonces ruego a Dios para que llegue el nuevo día...
Mi deseo de explorar todo aquello se elevaba como se elevara un Guaraguao gigante sobre el más alto pico de la montaña. Es el vuelo del espíritu inquisidor. Mi pasión se desbordaba en torrentes, aguijoneada por la soledad, el abandono y el silencio de esta montaña y de sus pequeños Valles, habitados por hombres y mujeres y niños, obligados a vivir en permanente espera de un mañana de esperanzas y reivindicaciones que se tarda…. que no llega…………………………………………………………………………
¿Porqué se estremecen de amor y tiemblan,
las flores del cafeto en la mañana, al contacto
húmedo del rocío?
Si es que el amor no ha negado su presencia en este mundo:
¡Cuántas grandes cosas, nos serán posible todavía!
La espera será larga quizás pero no inutil
!El sol de la JUSTICIA redimirá sus sueños centenarios!