Dirimir entre el discurso del miedo o el de la esperanza. ¡Pues estamos jodidos! porque en este país, tan nuestro, no funcionan ninguno de los dos. De los Rodrigo Díaz de Vivar nos reímos, y no precisamente a carcajadas limpias, sino más bien con alevosía, con saña. Nuestro actual soñador es más bien un Sancho sudoroso, guarro a más no poder, cuyo único objetivo es irse de putas y además gratis, (o sin IVA, al menos). De los Freddy Krueger nos reímos también. Con tanto zombie tropezando ante nuestros ojos, su historia ya está acabada, aburrida, anticuada. Lo único que nos importa es la plata. El que diga lo contrario es que está enfermo de tanto leer, libros, por supuesto.
Hay que reconocer que estos señores que ahora nos gobiernan han trabajado mucho y deprisa. Incluso yo, con mi eterno despiste, he llegado a creer que llevaban en su silla de piel ocho años en lugar de cuatro. Se me ha hecho muy largo su mandato, mucho, infinito más bien. ¿Seguro que no llevan toda la vida ahí? ¡Qué rapidez para provocar desigualdad! Para destruir derechos laborales, derechos sociales, de libertad de expresión; todo el Título I de una Constitución (que no pude votar, pero consideré mejor que nada) Yo creía en los héroes salvadores. Lo reconozco. Creía que la crisis era un virus del que uno, con un poco de descanso y una buena medicina, se puede recuperar. Pero ahora no hay descanso, ni medicinas. Ahora hay rabia por la injusticia, hay pobreza por las esquinas. Hay canibalismo puro y duro en la política. Y además, mi país vende concertinas.
Así que, en mi opinión, se trata de recordar. Será fácil, solo hay que esperar a que abran la bocaza con nuevas (mismas) mentiras para, de inmediato, recordar lo que verdaderamente han estado haciendo durante estos larguísimos cuatro años. Ni miedo ni esperanza, simplemente todo lo contrario.