LIDIA MARTÍN
Los seres humanos estamos hechos un lío. Somos la viva imagen de la contradicción en no pocos aspectos de la vida. A veces, de hecho, ni siquiera nosotros mismos nos entendemos. El propio ser le parece a cada cual un profundo misterio por el que, en muchas ocasiones, ni siquiera nos resultamos previsibles y no nos atreveríamos a poner la mano en el fuego como garantía de nada, precisamente porque somos bien conscientes de que, donde un día dijimos “digo”, otro día podremos decir “Diego”.
Sólo hace falta que las circunstancias sean las propicias para un cambio de opinión y… ¡sorpresa!, tendremos ante nosotros justo lo contrario de lo que en su momento consideramos oportuno desde el pleno convencimiento.
Las paradojas en las que nos movemos son muchas y variadas. No sólo es que nuestras emociones sean volubles (que lo son, y mucho, lo que explica buena parte de esas “idas y venidas”), sino que además parecemos tener bastantes mecanismos para hacer encajar aquello que no lo hace de forma natural.
Puede leer aquí el artículo completo de esta psicóloga de fe evangélica, titulado Ni sí, ni no, ni todo lo contrario