¿No está la vida hecha de estúpidos?
¿Acaso no son ellos los que le dan sentido?
Personas que tropiezan una y mil veces con la misma piedra. Piedras con nombre y apellidos que se ríen al verles caer.
Al vernos caer.
Piedras que nos atraen a sus jaulas de hierro y cristal, de hierro invisible, de cristal infinito, que nos manejan con hilos imposibles de cortar, malditas…
¿No está la vida hecha de valientes?
Cementerios tatuados con nombres de quienes un día pensaron que merecía la pena luchar. Y tal vez cayeron derrotados, tal vez murieron aplastados por carcajadas de quien no tenia corazón, de ombligos demasiado grandes para este mundo, de mentes tan retorcidas que quizá, solo quizá, no se daban cuenta del crimen que estaban cometiendo.
O eso espero.
Creo, con toda mi alma.
Que la piedra fuese simplemente un ser inerte.
Que tras los hilos no hubiera nadie.
Que la jaula solo estuviera en mi cabeza.
Porque me resigno a pensar que jugaron con las cartas marcadas.
Y que solo fuésemos un mar de marionetas.
Tú, yo, bailando al son de ella, él… Pronombres a los que solo hay que ponerle nombre.
Creíamos que bailábamos siempre a nuestro ritmo. Pero no, no…
Estúpidos…
Quién sabe. Creo que nunca querré saberlo, si estuvimos libres o encarcelados, si fuimos lo que quisimos o lo que quisieron que fuésemos.
Si detrás de todo estaba ella, él.
Si detrás de todo había nadie.
Solo nieblas en mi cabeza.