Con mucha emotividad recuerdo esos días cuando mi única preocupación era la de a que jugar al salir del colegio. Si jugar al maestro, la casita o a hacer tortas, ¿que difícil decisión no?
Esos días son un cúmulo de alegrías que siempre están presentes en mi mente y que a pesar de pertenecer al pasado, me sacan una sonrisa de tan solo transportarme a esos tiempos. A pesar de ser hijo único, mis aventuras nunca fueron en solitario. Mis primos Jhonatan y Patricia siempre eran participes de cada una de mis aventuras. Juntos hicimos muchas cosas, que tanto ellos como yo nunca olvidaremos.
Éramos como los tres mosqueteros, con la excepción de que en vez de ser tres valientes guerreros solo éramos tres chiquillos y que para variar teníamos una niña en el grupo. A pesar de tenerla en nuestro equipo, ella siempre actuaba como un mosquetero más, atenta a las nuevas misiones y dispuesta a colaborar como lo haría un auténtico guerrero medieval; muchas veces descuidaba su feminidad por completo y en ciertas ocasiones se nos olvidaba que era una fémina.
Son tantas misiones y aventuras realizadas que hasta los mismísimos mosqueteros de la edad media dudarían de sus capacidades de batalla al ver las nuestras, entre nuestras hazañas están: la del record de armado de una casa con solo materiales que se encuentran en un jardín en el menor tiempo y la de mayor duración suspendido en lo más alto de un árbol de pomalacas.
En ese árbol que sirvió para muchas reuniones, se tomaron decisiones muy importantes que determinaron nuestro accionar como organización activa de la zona. Ese árbol de nuestro vecino que tristemente hoy esta talado, formo parte importante de nuestra bella y alegre niñez que los tres mosqueteros tuvimos.
Esos tres mosqueteros tienen en la actualidad, 21, 18 y 18 años respectivamente, el mayor ya casi es ingeniero, yo siendo el del medio estoy comenzando mi carrera y la chiquita del grupo que también esta iniciando su carrera, Patricia. Ayer cumplió sus 18 añitos. Ya conmemora casi dos décadas de dura labor y lucha que nos llena de orgullo a todos los que con espadas y escudos hemos estado a su lado en las innumerables batallas.
De lo más profundo de mi corazón, te agradezco todo tu cariño y apoyo en todos los momentos importantes de mi vida. Gracias por ser parte de mi niñez, querida mosquetera. Cuenta conmigo para todas tus aventuras futuras y no olvides que nunca dejarás de ser una mosquetera tan valiente y leal como en los días de nuestra infancia.