Esa tarde conocí a un pintor. Él decía que era judío, con una mirada un poco perdida y una forma de hablar muy particular. El pintor pintaba con su propia sangre. Me enseñó las cicatrices que sobresalían de sus dos brazos sin ningún reparo mientras me decía que el sujeto principal de sus obras era Cristo; su concepto artístico era la muerte de Jesús, nada más. Días después me enseñó sus lienzos, es curioso el tono Ocre que toma la sangre cuando seca, le daba el toque terrenal que él quería transmitir. Con su forma de hacer pintura transmitía de una forma muy bizarra sus pensamientos, yo lo escuchaba en un estado de asombro, lo cual trataba con todas mis fuerzas de ocultar mostrando una aparente atención... con los ojos bien abiertos. Era sangre judía, puro símbolo. ¿El artista jugando a ser crucificado? ¿Proto-encarnación? (¿Esa palabra siquiera existe?) ¡El pintor que se convirtió en Cristo!
En Bellas Artes lo conocíamos como "el judío", es una pena que no recuerde su verdadero nombre. Recuerdo que él era el encargado de hacer los escaparates de la librería (de la que tampoco recuerdo el nombre) que estaba al lado del Moma. El café "Moma" fue mi sitio predilecto mucho antes de que el gobierno lo cerrara, el último café que tomé en ese lugar tampoco lo recuerdo, pero sí recuerdo muchas tazas, muchos rostros con los que compartí, no recuerdo la ultima taza, el problema es que las recuerdo todas. La última obra/escaparate que "el judío" había hecho, era un huevo gigante con un hombre saliendo de el, en el huevo se encontraban dividiéndose por culpa del "nacimiento" lo que a simple vista parecían continentes: América Europa y África. Obviamente una representación 3D del "Niño geopolítico mostrando (¿o mirando?) el nacimiento del hombre nuevo" de Salvador Dalí. Todo tiene sentido cuando meditas conscientemente que este cuadro fue realizado en pleno 1943 ¡"El judío" era el niño! ¿O eramos nosotros el niño? Nosotros, los espectadores, los que juzgaban, los que le creíamos loco.