Quizás porque no sabía sonreír, o porque todo me resultaba siempre demasiado difícil. Fuera como fuera, te odiaba por colocarme la última en tu lista de prioridades, por tu frialdad, porque siempre te había importado más el envoltorio que todo lo demás. Te odiaba para intentar esconder que en realidad, a quién más odiaba era a mi misma. Y me odiaba, porque me daba cuenta de que la gente que más me quería había terminado hecha cenizas, casi tanto como yo. Me odiaba porque seguía sintiéndome culpable de todo cuanto pasaba a mi alrededor, por seguir llorando en momentos puntuales, por seguir recordando cuando no era necesario hacerlo, porque había logrado destruir precisamente a las personas equivocadas. Porque no había sido fuerte en ningún momento: ni cuando lo escondía, ni cuando te pedí ayuda y no me miraste, ni cuando de verdad estalló la tormenta. Nunca. Había terminado huyendo. Poniendo tiritas a heridas demasiado profundas. Pensando que quizás algún día dejaría de doler. Me odiaba porque me costaba saber lo que sentía. A veces no me daba cuenta de que quemaba hasta que ardía. Y entonces no era nada. No quedaba ningún rastro. Yo me iba y todo seguía igual.Quizás algún día sepas todas esas cosas, sepas que no soy más que un montón de miedos y ganas enlatados. Sepas que me has hecho más daño del que podrías imaginar. Más daño tú que nadie. Porque de los demás podía esperarlo. De ti jamás me planteé la posibilidad de que no te quedaras a mi lado, de que no quisieras protegerme. Simplemente pensaba que me entenderías y susurrarías un "te quiero" a medias. Pensaba que me elegirías y dejarías a un lado todas las demás opciones. Y siempre hacías justo lo contrario. Me situabas a mi en el último lugar.
Quizás porque no sabía sonreír, o porque todo me resultaba siempre demasiado difícil. Fuera como fuera, te odiaba por colocarme la última en tu lista de prioridades, por tu frialdad, porque siempre te había importado más el envoltorio que todo lo demás. Te odiaba para intentar esconder que en realidad, a quién más odiaba era a mi misma. Y me odiaba, porque me daba cuenta de que la gente que más me quería había terminado hecha cenizas, casi tanto como yo. Me odiaba porque seguía sintiéndome culpable de todo cuanto pasaba a mi alrededor, por seguir llorando en momentos puntuales, por seguir recordando cuando no era necesario hacerlo, porque había logrado destruir precisamente a las personas equivocadas. Porque no había sido fuerte en ningún momento: ni cuando lo escondía, ni cuando te pedí ayuda y no me miraste, ni cuando de verdad estalló la tormenta. Nunca. Había terminado huyendo. Poniendo tiritas a heridas demasiado profundas. Pensando que quizás algún día dejaría de doler. Me odiaba porque me costaba saber lo que sentía. A veces no me daba cuenta de que quemaba hasta que ardía. Y entonces no era nada. No quedaba ningún rastro. Yo me iba y todo seguía igual.Quizás algún día sepas todas esas cosas, sepas que no soy más que un montón de miedos y ganas enlatados. Sepas que me has hecho más daño del que podrías imaginar. Más daño tú que nadie. Porque de los demás podía esperarlo. De ti jamás me planteé la posibilidad de que no te quedaras a mi lado, de que no quisieras protegerme. Simplemente pensaba que me entenderías y susurrarías un "te quiero" a medias. Pensaba que me elegirías y dejarías a un lado todas las demás opciones. Y siempre hacías justo lo contrario. Me situabas a mi en el último lugar.