Revista Literatura

No engordes tu novela

Publicado el 03 octubre 2012 por Migueldeluis
No engordes tu novela

CC –by –nc Jonathan Cohen

Pero por favor, no. Ni se te ocurra. Sería lo peor que puedes hacer, sobre todo en estos tiempo

¿A qué llamo novela gorda?

Me refiero no tanto a la novela que tenga mil o dos mil páginas, como al relato que ha sido cebado hasta reventar. Te contaré un cuento a ver si te suena.

Erase una vez un aprendiz de escritor que tenía una idea hermosa para un relato. Alegre y dispuesto se puso a trabajar durante una semana hasta casi llegar al final. Entonces, ¡horror!, solo le daba para veinte folios. ¿Qué hacer? Veinte folios, ¿quién aceptará veinte folios? Si fuera famoso… pero no lo soy. ¿Quién va a comprar un relato de 20 folios si por casi el mismo dinero compras más papeles con letras impresas? Venga, vamos a revisar todo el relato, de principio a fin…

fragmento del texto original

Pepita miró a su padre –adiós– y marchó dando un portazo

fragmento engordado

Pepita, aquella joven estudiante, se quedó sus pensamientos íntimos para ella sola y no los expresó más que en una profunda, aunque rápida y rauda mirada que clavó en el entrecejo de su padre. Los ojos claros de ellos, se clavaron en los duros marrones de su progenitor que casi se diría arrugados por los años y las desdichadas desgracias. Le soltó luego un adios falso, de esos que ni llegan a ser cortesía, sino una especie de rebelión, de maldición encubierta, de ganas de dar punto final y carpetazo definitivo y cruel a un lazo que, en realidad, ni se puede ni se desea cortar. Todo eso y más cabía en ese adiós. Uno, dos, tres, cuatro pasos, cada uno con más ímpetu que el anterior hasta que llegó a la puerta de la casa. Era una de esas puertas ordinarias, fabricadas en masa, sin mayor interés que las vetas de la madera que la recorrían alternativamente de arriba a abajo y de abajo arriba. Agarró el picaporte, uno de esos picaportes metálicos de aleación desconocida al profano pero que imitaba los dorados áureos del mineral de la riqueza, fiel reflejo de la vida de imitación que llevaban en aquella casa; agarró el picaporte pues, abrió la puerta, penetró en el exterior, en esa bella calle suelta, dulce como el agua de un río, donde todos eran libres y podían hacerse lo que desearan. Sí, ella, también ella sería tan feliz como los pájaros. ¡Por fin! Y entonces estalló en su rabia y rebeldía en aquella puerta que dio un estampido retumbante para que todos supieran y el mundo celebrara que era libre.

¿Qué hay de malo

Ah… dudaba si decir nada, porque me parece evidente por lo exagerado del ejemplo. Pero vamos a ver, en primer lugar estoy transformando un incidente sin importancia: la hija se ha enfadado con el padre a un acontecimiento vital de primera magnitud. Casi parece que la hija va a abandonar a su familia para siempre. En otras palabras mi novela gorda está contando una historia diferente a la que quería contar en mi relato.

En segundo lugar están los problemas de estilo, con un montón de palabras que no aportan nada y detalles insultos. A ver, esa puerta, ¿acaso tiene importancia que sea una puerta normal? Pues, en este caso, no. Lo único que he conseguido es despistar al lector, que pensará que hay algo interesante en la puerta, cuando nunca más aparecerá en la historia. ¿Y el picaporte? Básicamente estoy diciendo que es un picaporte normal y corriente, que en realidad ni siquiera debería mencionarlo, porque –y esto es lo decisivo– no ayuda nada a la narración; sí digo algo que refleja la vida familiar, pero eso lo debe saber el lector a través de las acciones de los personajes, no de los picaportes. Y no sigo con lo de los dorados áureos porque me da vergüenza

Conclusión

Deja que tus relatos sean relatos y tus novelas novelas. Es cierto que puedes usar un relato como inspiración para una novela, pero nada más.

Repito: un relato solo es una inspiración para una novela

Ni siquiera sirve de estructura, porque una novela es muy distinto a un relato con muchas páginas. Los relatos se cuentan, las novelas se viven. El relato quieren que te centres en la acción, en el conflicto principal y su resolución, todos los demás elementos, incluso los personajes sirven a la acción. En la novela reinan los personajes, hasta la acción sirve para conocerlos mejor, para mostrarlos a ellos y al mundo en que viven

¿Y qué hago si se me queda corta

Pues tienes dos opciones: aceptas tu obra como es, o si realmente quieres una novela la vuelves a escribir desde el principio, sabiendo que no se trata de añadir palabras, ni acontecimientos, ni personajes, sino escribirla para los personajes.

Yo, modestamente, te sugiero que dejes a tus obras ser como quieran ser, que recuerdo todos los relatos que he disfrutado, pero ninguna novela gorda que he aborrecido.


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