A pesar de todo (el tiempo, los mocos, la serie de tres estornudos cada cinco minutos) he visto que los árboles que hay frente a mi casa están empezando a sacar sus primeras hojas verdes, lo que me recuerda que este mes (según se dice, según pasa cada año), llega la primavera. Y aunque, por lo que tarda, creo que este año se está poniendo de más de guapa, sé que aperecerá de entre las espesas nubes con el brillo del sol a la espalda y un coro de angelotes cantando el Aleluya.
Mientras la espero sentada, leo la historia de un tal Raskolnikov a la vez que me empeño en seguir escribiendo las mías propias, elaboro listas que un día os enseñare (porque creo que tienen algún tipo de valor, aunque no sea muy literario, y algunas son graciosas) de cosas que ni os podéis imaginar, me sueno, bebo un café caliente, me tomo un frenadol y espero que mi sistema inmunitario se recupere lo mismo que espero que el buen tiempo termine de llegar.