No me busques, amigo, la puerta,
que ha entornado, sin prisas, tu mano,
ni me busques aquella ventana
con postigos, también, ya cerrados.
Mira al cielo que azul te contempla,
a ese sol que te envía sus rayos,
y calienta tu cuerpo, con ganas,
para así, combatir, el letargo.
Pero luego suspira, si quieres,
y contempla a la anciana, rezando,
a esas manos, tal vez, temblorosas,
y a los dedos pasando el rosario.
Mira bien las callejas vacías
con los baches cubiertos de charcos,
donde el agua, sin vida, se muere
añorando claveles y nardos.
Porque el hombre que busca, en la vida,
es el niño, jovial, de hace años,
con su cara infantil e inocente,
y esos ojos azules y claros.
Buscador de ilusiones y sueños,
caminando en la playa descalzo,
vas a un mundo de paz, diferente,
todo lleno de risas y encanto.
No confundas tus sueños, ahora,
y los mezcles con rosas y llantos,
ten en cuenta la voz que te dicta
y la mano que guía tus pasos.
Nunca dejes, a medias, la senda
y procura evitar los atajos,
porque cerca, te acecha el peligro
y el pecado te sigue rondando.
"...No me busques por tierras vacías
ni tampoco por campos extraños,
porque voy en tu sangre y tus venas,
y también con tu nombre en mis labios..."
Rafael Sánchez Ortega ©
26/02/16