No me digas adiós, si es un silencio
lo que quieren tus labios susurrarme,
yo prefiero saber que me has querido
y que ahora te marchas, en la tarde.
Es difícil vivir las sensaciones
y aceptar la derrota, sin ambages,
porque duele la pérdida profunda
y el amor y el deseo de la carne.
Sin embargo prefiero tu silencio
y hasta acepto reír banalidades,
que escuchar la palabra tan temida
del adiós que separa lo que nace.
Porque un día surgieron sentimientos
y vivieron de acuerdo a las edades,
con promesas en labios temblorosos
y suspiros en pechos puntuales.
Pero ahora se acaba el recorrido
y el silencio recorre las ciudades,
donde fuimos nosotros de paseo
entre gentes y coches por las calles.
Y se quedan las plazas silenciosas
y en las mismas revivo las saudades,
de momentos y tiempos del pasado
compartidos de formas singulares.
Más no olvido el silencio de tus ojos
al abrir tus pupilas y mirarme,
para ver en el fondo de las mismas
el adiós de unos años adorables.
Reconozco momentos tan sublimes
que no puedo, ni quiero, yo que marchen;
que se queden, por siempre, en mis recuerdos
y se mezclen y fundan con mi sangre.
"...No me digas adiós, en tu silencio,
si de veras me aprecias y me amaste,
yo prefiero soñar con utopías
y esperar, de los sueños, sus bondades..."
Rafael Sánchez Ortega ©
22/01/14