No puedo evitar cantar en voz alta, sin importar si estoy en la calle, en la playa o en el tren. A veces demasiado alta. No puedo evitar volver de la playa con los bolsillos llenos de conchas y de piedras.
No puedo evitar disfrutar con las pequeñas cosas.
No puedo evitar querer a algunos, aunque no se lo merezcan.
No puedo evitar descalzarme en la playa y meter las patas al agua. Aunque estemos a mediados de diciembre.
No puedo evitar dar segundas oportunidades. O terceras. Porque también las he tenido.
No puedo evitar mandar a la mierda cuando es justo y necesario. No puedo evitar hacer balance del año que se va. No puedo evitar sonreír con los ojos al hacerlo. No puedo evitarlo. Ni quiero.