Variación propia sobre ilustración de Pedro López
Señor Juez, yo no quería, se lo juro por lo más sagrado.
Lo más sagrado de usted, porque para mí es la Palabra.
Señor Juez, yo no quería: sangrar por cada página que alguien pasa
y no es de un libro mío. No quería.
Se lo digo en serio, Señor Juez. Hoy que el marketing es todo, y la imagen es todo,
y enseñar las pestañas postizas es todo,
y los polvos translúcidos
y el fond de teint
y las mechas californianas,
hoy, como le digo, Señor Juez, no tengo la culpa
de seguir atrapada en la miseria, la enfermedad ni el abandono.
La enfermedad pasó,
la miseria continúa (cada vez menos)
pero el abandono se agranda cada día más.
Señor Juez, yo no tengo la culpa de que nadie comprenda el proceso creativo,
o si lo entiende, no lo cuenta,
o si lo cuenta, nadie lo oye. Al menos, no en los suplementos culturales de mayor tirada.
Yo no tengo la culpa, Señor Juez, de que el mundo esté hecho de Palabras.
El mundo existió cuando fue nombrado, nunca antes,
se lo dirán culturas que existieron hace más de 3.000 años.
No tengo la culpa de vivir en el pasado, Señor Juez,
mientras necesito los bancos de hoy en día.
Señor Juez, se lo suplico, no me castigue con más hilos de acidez subiendo del estómago a la boca
y a la sien
y al estallido.
Por favor.
Yo no quería estar maldita.