Revista Diario

No se me acaban las excusas...

Publicado el 15 marzo 2011 por Anaesther
Nunca se me ha dado como me gustaría escribir una carta de esta magnitud. Y menos aún en esta situación. Un profesor me señaló una vez que tal vez la forma de aquellas palabras empleadas era demasiado retorcida y renacentista, y en aquel momento no le creí. Pero supongo que no le faltaba razón. Cuando intentas relatar algo que no existe y te sitúas en la tesitura de esa abstracción sumamente intensa para poder inmiscuirte mejor en su esencia… Todo se torna difuso.
La gracia recae en que en estos momentos existe algo que impulsa mi pincel a deslizarse sobre este papel rosado, a dibujar una sonrisa en esa tez pálida que desconocía el significado de libertad. La piel se había impregnado de una tediosa monotonía que cada día calaba en su ser con mayor precisión, hasta subyacer bajo su atormentada alma acongojada… Para serte franca, siempre he tenido miedo, mucho miedo. Miedo al vacío y a la oscuridad. Miedo a socializarme… Miedo a que me tengas miedo. Miedo al miedo. Al menos he descubierto que soy algo más fuerte de lo que creí. Jamás pude imaginar que volvería a encontrarme sobre este folio arrugado, derramando un par de lágrimas que infringen las normas del pasado que por fin dejé atrás. Al fin y al cabo, nada puede callarme. Soy poeta de tus labios. Dibujo con soledad sonora todo aquello que no te atreviste a pronunciar. Soy musa de tus ojos que me observan curiosos intentando descifrar un mar de dudas ocultas tras mi cristalino plácido y expectante. Lo que no puedes imaginar es que aquel mar de emociones que sacudían espasmosamente tu pecho eran las mismas que recorrían mi espalda cuando me hallaba frente al reflejo de tus ojos. Jamás podrás imaginar la inmensidad de colores, formas, olores y sabores que comprobé a través de ellos. Un recorrido afrodisíaco en el que ambos bailábamos, como salidos por arte de magia de una cajita de música celeste sin batería ni motor.
Quiero… Quiero volver a mirar esos ojos y volver a sentirme como una pequeña muñeca mecida entre tus pestañas… Quiero ser la luz que se refleja todas las mañanas en tu mirar, la sonrisa de resignación que esbozas cada día intentando demostrar que todo va bien… La niña que te pegaba plastilina en el pelo, la loca que se descalza y cruza los charcos mojados mientras el frescor del agua penetra en su piel, la mujer a la que observas cada noche y no aciertas a dibujar su rostro… No pretendo que me entiendan, no pretendo que lo hagas. Y esa sensación de lejanía y desconocimiento la aniquilé desde la primera vez que suspiré por tu zalamero encanto. Quiero viajar por tus lunares, ser espía de tu sueño, astronauta de tus ilusiones, turista en tu pelo, acróbata de tus manías, abrazo en tu oído…
Si crees que el tiempo refleja tu estado de ánimo, seca esas lágrimas tardías, alza la vista y observa este día nuboso… Y la sonrisa de la nube que hay en ti. Porque pese a que todo se transforme en un huracán sombrío, la esperanza siempre permanecerá en ese espectro nuboso que te contempla a cada paso, cada instante. Será entonces cuando verás las estrellas… Y si te das la vuelta, allí estaré yo. Y aún no se me han acabado las excusas… No puedo articular nombre alguno para esto que siento. Solo sé, que no te miento…
Ana Esther

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