Así que ahora:
- No acepto el mansplaining. Si parezco brusca atajándolo, no me importa.
- No acepto un trato condescendiente. Puedo despedirme con besos de quien me ha tratado de modo condescendiente, pero no habrá más cercanía en la relación. Esto incluye halagos o cumplidos en los que el otro está evaluándome.
- No me coloco en la casilla donde un hombre supone que debo estar. Al parecer, quien te coloca en una casilla cree que puede acomodarte ahí como le parezca: más allá, más acá, mejor menos del otro lado...
- No acepto que un hombre ocupe el espacio que me corresponde en el transporte público. Es mi pequeña guerra personal y celebro cada victoria. No me desgasta, no me enojo.
Los primeros tres "no", no me los propuse. Fue sucediendo. Fui cambiando, supongo, y un día pasó algo que me llevó a decir "bye". Así que no es una lista que me proponga cumplir, es algo que se volvió de esa manera. El cuarto "no" sí es algo que decidí; me gustó la primera experiencia de apropiarme de mi espacio y continué. Ahora es una cuestión también de dar ejemplo a mi hija.
Silvia Parque