Este año conseguí hacer del ejercicio una rutina y, además, una rutina que me gusta.
La verdad es que hago poco, pero a mí me viene bien y me siento satisfecha por haberme acostumbrado al punto de extrañarlo si no lo hago... Porque estoy muy lejos de ser estricta: a veces pasa algo y no lo hago; el gran logro de que se haya vuelto rutina está precisamente en que al día siguiente de no hacerlo o a dos días de no hacerlo, sí lo hago. Durante años, podía tener dos o cuatro semanas en el ajo y luego me resfriaba u ocurría algún imprevisto y ahí se acababa todo: no "regresaba".
Ayer busqué algunos ejercicios que hoy estrené y recordé porqué crecí creyéndome negada para mover el cuerpo (una de las razones). Me cuesta muchísimo seguir a quien me pone la muestra. No son dos pies izquierdos, sino alguna discapacidad perceptiva.
Silvia Parque