Hay una manta de "feliz cumpleaños" en la pared; un par de cajitas de dulces, y una hermosa "B" con flores sobre la mesa todavía cubierta por un mantel improvisado.
B se quedó dormida en mis brazos, y como se quejó al intentar dejarla en su "espacio seguro", la seguí cargando mientras yo leía una historia de Vázquez Montalbán y tomaba café. Ahora tomo el café más ligero, por el efecto que tuvo en mi gusto el tiempo sin café y el tiempo de café descafeinado: los cambios dejan huella.
Qué delicioso de manera casi dolorosa, atrapar un momento con ella dormida, abrazada, pegada a mí. Por eso dejo que las cosas del cumpleaños duren días... que la manta se quede el resto del mes.
Silvia Parque