Recuerdo cuando hace años todos estaban pendientes de cuándo tenía un problema mecánico Hinault, o paraba a plantar un pino Perico Delgado o le caía un rayo a Induráin -que era lo único que le detenía- o Laurent Fignon se entretenía en hacer alguna fantasmada. Si la escena hubiera sido al revés y a Alberto Contador se le hubiera salido la cadena no pudiendo responder al ataque de Andy Schleck, en lugar de criticar al luxemburgués, habrían criticado también a Contador por dárselas de ser el mejor ciclista del mundo y no saber cambiar de desarrollo en la bicicleta. En una competición tan dura e igualada se puede decidir al vencedor final por pequeños detalles, por un empujón de un aficionado en los Alpes, por pinchar al pasar por los cristales de una botella rota, o porque el mecánico no haya apretado bien todas las tuercas de la bicileta. Son lances de la carrera que juegan un papel tan importante como el viento en una regata, sopla igual para todos pero te es más o menos favorable según dónde estés situado.
Sólo falta que si eres español tengas que pedir permiso para atacar en mitad de una rampa de un puerto de montaña. Cuando la tensión de la búsqueda del momento de debilidad del contrario forma parte de la emoción de la carrera. Recuerdo como Greg Lemond y Perico Delgado, se preguntaban cosas absurdas en mitad del Tourmalet, para saber si el adversario andaba bien de fuelle y atacarse sin piedad ninguna a la menor oportunidad.
Contador ha reconocido su error, pero no porque tenga que pedir disculpas por una acción más de carrera; si no porque además de usar las piernas para ser el mejor ciclista del momento, usa el cerebro y quiere ser el mejor cilista del momento con sus piernas enteras. Es consciente de que tiene que apaciguar a la afición gala para que no peligre ni su integridad física, ni su previsible triunfo en la que está considerada como la mejor competición por etapas del mundo. Espero que con estas declaraciones la ministra de deporte francesa opine que Contador también es amable y educado, y a continuación dimita para dedicarse a cuidar los geranios de mi vecina que dan mucha más pena que Andy Schleck.
En realidad lo que duele en Francia es que casi no se acuerdan de cuándo ganaron por última vez en casa. Desde 1970, el bonito año en que me parieron, los españoles han ganado en Francia en once ocasiones, los estadounidenses diez y los franceses nueve. Y no parece que les enfants de la patrie vayan a mejorar mucho su palmarés en los próximos años.
Por otro lado no me extraña que vivan tan enfadados con el deporte e intenten hacer de él algo más que un encuentro deportivo, tras el bochornoso desastre de su idealizada selección de fútbol. Algún romántico habrá pensado que todavía les quedaba la vuelta a Francia para conseguir algún éxito, y puede que se hayan emocionado al ver que un francófono puede ofrecer resistencia a Alberto Contador. Después de de que haga veinticinco años que ningún francés se sube a lo más alto del podium, y que primero Induráin y después Armstrong batieran todas las marcas que tanto les gustaba recordar.
Espero que la lucha por la victoria en el Tour de Francia 2010 esté libre de polémicas absurdas. También espero que gane Alberto Contador, al que animaría a ganar aunque fuera francés, porque además de ser buen chaval es el mejor ciclista del momento. Ánimo Alberto, a por tu tercer Tour de Francia y ten cuidado no sea que te pongan ruedas cuadradas.
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