En la oficina no paro y en casa tampoco. Son contados los minutos de relax de que dispongo al cabo del día y en esos momentos, echo de menos a Natalia. Lo de hace unos días con Elisa no se repetirá en semanas pues mi esposa dosifica su cuerpo conmigo. A veces pienso que ella también tiene un amante con quien satisface sus necesidades, porque sus pocas ganas no son propias de una mujer de su edad. Aún es joven para que su deseo sexual haya disminuido tanto.
Quiero pensar que, como en casa no estoy sexualmente satisfecho, necesito a Natalia y que solo eso sucede: necesidad física. Pero por otro lado, sé que me engaño pues esa mujer empieza a gustarme demasiado y siento celos de que tenga una vida social intensa. Los tengo de ese amigo especial sobre el que dijo que no veía en mucho tiempo, pues fue el causante de que no pudiéramos vernos y de su brusquedad aquella noche.
No había vuelto a saber de ella hasta hoy. Me ha escrito un wasap, breve y conciso: " tengo hueco el jueves, ¿te viene bien que nos veamos ese día?" Es gracioso, ahora soy un hueco para ella. Me coloca entre los momentos libres de su agenda, y a saber de qué tiempo disponible está hablando. Natalia tiene alma de hombre en un atractivo cuerpo de mujer. Es tan fría que congelaría el desierto si se lo propusiera. No alcanzo a entender cómo una mujer tan fogosa y ardiente en la cama, puede llegar a ser tan calculadora y distante fuera de ella. A todas las amantes que he tenido hasta ahora, las he dejado yo. A veces de un modo brusco, distanciando las llamadas, los holas, las buenas noches, hasta desaparecer. El orgullo de la mayoría les ha hecho no pedir explicaciones y entender que el silencio es un adiós como otro cualquiera. Otras las han pedido y he sido escueto: lo nuestro se acabó. No deseo complicarme la vida. Lo siento. Fin. Imagino que se acordaron de toda mi familia, pero ser amante encierra un poco de eso, adioses sin elegancia. Soy elegante en el vestir pero reconozco que me aterran las despedidas con forma de discurso. Se olvida mejor si el que se va te da la posibilidad del odio, que dejando un regusto de melancolía a quien se dice adiós. Con respecto a Natalia, estoy convencido de que será ella quien me deje y también lo estoy de que se despedirá, clavando una daga en mi corazón, mientras me araña la espalda como es habitual cuando gozamos en nuestro hotel. Me encanta que me arañe. Esa gata en celo es divina dejando marcas en el cuerpo... Me pregunto si preparará un discurso previo o improvisará sobre la marcha cuando me dé el boleto. Nunca he enamorado a ninguna mujer o al menos no soy consciente de haberlo hecho. Elisa no me amó nunca ni yo a ella, pese a los años de convivencia. Por mi carácter quizás, no fui capaz de hacer que se enamorara de mí y ahora, desearía que Natalia lo hiciera.
Al principio, me vino bien que Natalia fuera así pues, a fin de cuentas, era solo sexo por parte de ambos. Hoy que dudo acerca de mis sentimientos con respecto a ella, desearía que un día, solo uno, me dijera que me tiene cariño. Con tan poco me conformaría. A lo sumo me ha dicho me gustas mucho, me gusta tu cuerpo, te deseo. Pero eso ya lo sé por el modo en que se comporta en nuestra habitación de hotel. Natalia además de alma de hombre, tiene deseos de gata y ronronea que es música para mis oídos. En ocasiones me pregunto si ronroneará en los de más hombres. Tengo mis serias dudas de que solo lo haga en los míos. Dado que, se le encendieron los ojos cuando habló de ese amigo, creo que no solo tomaron algo, sino que se acostaron. Ese brillo, además, no es el brillo de desear sino de algo más profundo. Soy hombre pero creo reconocer cuando una mujer siente algo especial por un hombre. Por ese amigo al que no veía se le encendieron. Por eso la escribí el wasap, no por otra cosa. Se han acostado, lo sé...
Natalia, evidentemente, no siente nada más que deseos de follar conmigo. Soy buen amante y sé cómo satisfacer a una mujer. Ella grita y sus gemidos y jadeos son melodía para cualquier hombre. Sabe excitar con su solo aliento en la cara. Huele a mujer toda ella, de un modo hipnotizador. No necesita desnudarse para ser deseada. Entramos en la habitación del hotel y el solo roce de su piel activa todo mi cuerpo. En realidad, ya lo hace cuando sonríe con la taza en la mano, en la cafetería donde quedamos y nos tomamos un café previo al sexo. Un ritual morboso... Pero no hay brillo especial en su mirada cuando da pequeños sorbos a la humeante taza y conversamos. La deja, vuelve a cogerla, sonríe, se toca el pelo, se muerde el labio inferior, mira su reloj y anuncia sin palabras que estamos en el tiempo de descuento.
Me pregunto si ha comenzado a ver ese brillo en los míos pues no necesito mirarme al espejo para comprobar que yo sí lo poseo. Me fastidia que lo note, pero es inevitable. Sólo podría ocultarlo con gafas de sol. Cuando labios de Natalia tocan la taza y me mira con esos ojos transparentes y hermosos, me desarma. Nunca una mujer me desarmó como ella lo hace y eso que me he acostado con muchas. No he hecho otra cosa desde que Elisa comenzó a dosificarme el sexo. Las mujeres dicen que somos complicados pero se equivocan. Lo que sucede es que no se han molestado jamás en preguntarnos. Y además, se creen superiores y con esa autosuficiencia tienden a equivocarse. Los hombres necesitamos como ellas, de la conquista continua. Elisa está hermosa cuando sale a la calle para ir a la oficina. Una mujer de bandera. Sin embargo, al llegar a casa se desmaquilla, se pone un chandal y fin. Hace años que no hacemos una escapada romántica. La última que hicimos la propuse yo y acabó en discusión porque se pasó ese fin de semana con el móvil y la tablet en la mano alegando que tenía mucho trabajo y enfurruñada por no haberla avisado. Era una escapada sorpresa. ¿Qué sorpresa sería de haberle dicho que me había gastado un pastón para intentar pasar unas horas a solas con mi mujer. No volví a intentarlo. En su lugar, inventaba viajes de trabajo y compartía mis fines de semana con mis amantes esporádicas.
Natalia es la amante que más tiempo he tenido. Curiosamente cuando estoy con ella pienso que ese día será el último y que, tras vestirnos, me dará un beso en la mejilla y me dirá adiós melodramáticamente. Pero nunca acaba diciendo adiós cuando terminamos extenuados después de un estupendo sexo. Somos dos buenos amantes y nos compenetramos bien. Sólo por eso descarto la idea de mi cabeza al instante. Nos complacemos y nos deseamos.
Contestaré su wasap diciendo que puedo verla. Lo necesito. Quiero tocarla y olerla. Natalia no será fría conmigo nunca más. Haré que no lo sea. Yo también sé conquistar.
(CONTINUARÁ)