¿no te estarás enamorando? parte 4

Publicado el 18 julio 2015 por Aidadelpozo

Elisa prepara tostadas y su olor llega hasta el dormitorio. Sandra no se despertará hasta las tantas y yo remoloneo en la cama. Natalia me ha waseado temprano. Con un emotico sonriente me ha comentado que me espera el jueves y que no me olvide. Añade que tome Red bull y un emoticono sacándome la lengua. Después acaba el mensaje con un "es brooooomaaaaa, nunca lo necesitas."

Desde que me comentó que tenía el jueves un hueco para mí no hemos vuelto a hablar por tuiter, por wasap ni por telegram. Y hoy me despierto con un mensaje cordial, incluso cariñoso. Lo cierto es que al leer su wasap me consultado mi agenda en el móvil y mi bloc de notas. Tengo esa tarde disponible. Como un tonto, he contestado con una calurosa y absurda parrafada, de la que me he arrepentido nada más dar a enviar. Una linea de Nat recordándome nuestra cita y un emotico y siete líneas para contestar que lo recordaba y que la espero en nuestro lugar de encuentro habitual. Entremedias, " te deseo, te necesito, te echo de menos, quiero olerte y probarte" y un sinfín de ridículas y absurdas palabras que solo muestran mi debilidad. Y pensar que todo empezó con una reciprocidad sana. Éramos amantes que respetaban espacios y tiempos...

Jueves. Nat aparece por las escaleras del Metro, radiante y bellísima. Sonríe cuando me ve y yo hago lo mismo pero, por primera vez, estoy tenso. No es igual que cuando estuvimos juntos la última vez. En mí algo ha cambiado pero por lo que veo en sus ojos al verme, en ella permanece todo exactamente igual.

En el hotel, mientras completo la reserva como es habitual, observo de reojo a Nat. Coge el móvil y empieza a teclear, me mira y vuelve a sonreír, dejando al descubierto una nacarada y blanca sonrisa de anuncio de pasta dentífrica. En el ascensor me abalanzo sobre ella, impetuoso, pese a que parece estar un tanto ausente. Muerdo sus labios y ella revuelve mi cabello y me atrae hacia sí. Siento su respiración agitada y sus pechos duros aplastándose contra mi torso. Una de sus manos baja hasta mi entrepierna y comprueba mi erección. No hay tiempo, estoy deseando entrar en ella, abro la puerta del ascensor, inserto la llave electrónica y abro. Me coge de la corbata y me tira en la cama. Sus piernas me atrapan y su boca busca mis besos. Lenguas. El interior de su boca sabe a chicle de clorofila. Muero por hundirme en su cuerpo.

Han pasado dos horas apenas y aún tengo ganas de toda ella. Su boca, su sexo, sus nalgas rosadas hasta los dedos de sus pies, que he besado con lujuria, desde que he descubierto que soy un fetichista de los suyos. Está abierta, despeinada, sudorosa y sonriente. Yo también sonrío. La gomina de mi cabello ha desaparecido. El espejo de la pared me devuelve la imagen de un hombre que ha amado con todos los poros de su piel. La cama está revuelta, la habitación huele a deseo, sus curvas me llaman, son como el canto de una sirena. Sus manos me atraen de nuevo a ella y cuando mi boca roza la suya y nuestras lenguas se encuentran de nuevo, sus manos sujetan fuertemente mis glúteos y me pide así que entre de nuevo. Nat jadea y yo lo hago también. Y cuando no puedo más, exploto en mil sensaciones. Tres orgasmos ha arrancado de mi cuerpo y aún así, deseo seguir. No me lo pide, solo sonríe y se deja hacer. Mi boca humedece sus pezones y bajo por su vientre, recorro su ombligo y continúo... Anochece.

La ducha me reconforta. Mi cuerpo está complacido. Enjabono a Nat y compruebo de nuevo la suavidad de su piel. Cuando nos vestimos me mira y me pide que me siente en la cama deshecha. Hay algunas manchas en las sábanas de habernos amado: nata, crema de cacao y el cava que se derramó cuando lo puse en su boca, que hizo las veces de copa para que bebiera de ella. En el suelo un par de envoltorios de bombones. La habitación aún huele a su perfume y a nuestra pasión.

- He dejado a mi marido -comenta mirándome a los ojos- he hecho mi maleta y me he ido a vivir con Javier, el amigo con el que quedé el otro día. En realidad no es solo un amigo. Es curiosa la vida, fue mi primer amor. Javi se fue a estudiar al extranjero y después hizo su vida. Trabajó en una empresa de telefonía muy conocida y conoció a la que después fue su mujer. Hace menos de un año se divorció y decidió dar un cambio radical a su vida. Después de enviar su curriculo a varias empresas con sede en España, le ofertaron un buen puesto en una que tiene oficinas en Madrid. Hace seis meses recibí una solicitud de amistad en facebook. Mi primer amor regresaba a España y quería verme. ¿Crees en el destino? La primera vez que quedamos después de tanto tiempo, fue como si nos hubiéramos visto el día anterior. Nada había cambiado, bueno..., sí, él tiene alguna arruga y el cabello caneado en las sienes. Por lo demás está igual que lo recordaba. Ese mismo día hicimos el amor. Nos hemos visto dos veces más. La última el día en que te dije que le veía. Mentí al decirte que venía de viaje y no sé por qué lo hice. Lo siento. Lo cierto es que este es un adiós, Daniel, y no he querido que fuera frío, como yo lo soy. Deseaba despedirme de ti de este modo. Ambos hemos disfrutado mucho y siento que te debía una despedida así.

Se me ha helado la sangre escuchando sus palabras. No había frialdad en ellas, sino la calidez de un adiós. Pero ese adiós me mata. No quiero que se vaya. He sentido puñaladas en el alma. No la veré más. Nat..., no la tendré más, no beberé de ella, su cuerpo no se abrirá más para mí. Nat... Y a pesar de que sé que debería permanecer callado y agradecer este último encuentro, no puedo evitar jugar una última carta.

- Natalia... por favor. No te vayas. Yo... te quiero.

- Daniel...

Sus ojos me miran fijamente y no hay piedad en ellos. Es el adiós. ¿Es mi orgullo lo que no quiero ver herido o es amor lo que siento por ella? ¿No quiero que se vaya porque es mía o no lo quiero porque la amo? He dicho te quiero pero no estoy seguro de que no sea orgullo herido. ¿Quién es ese Javier? Su primer amor, ¿y qué? Yo soy su amante. Yo.

- Lo hemos pasado bien, hemos tenido grandes momentos en este hotel pero eso se acabó. He dejado a mi marido y ahora estoy viviendo en casa de Javier, acabo de contártelo. Esto era solo mi forma de decirte adiós. Hace un par de años tuve un amante que se fue sin despedirse de mí. He pagado a todos de igual modo. Hasta que te conocí he llegado a tener dos amantes en el mismo tiempo. Contigo fue diferente. No sé bien por qué, aunque te he mantenido a raya, porque no deseaba sentir por nadie. Podría haber dejado de escribirte, no haber contestado a tus DMs o bloquearte en telegram o wasap, pero no es elegante y, además, no quería actuar contigo como lo he hecho con otros o lo han hecho conmigo. Tengo la gran suerte de que mi corazón se recompuso tras aquel amante que se llevó un trocito de mí. Por suerte no fue muy grande. Cuando Javier reapareció en mi vida...

- Natalia, por favor, deja a Javier...

- Daniel, voy a seguir, debo hacerlo, no me interrumpas.

Pone un dedo en mis labios y acalla mi protesta. Mis ojos se nublan, la habitación se oscurece y yo me siento pequeño y perdido. Aún así, dejo que continúe, aunque desearía estar a miles de kilómetros de distancia.

- Javier se llevó varios trocitos de mi alma. Me casé con alguien que no me recompuso, Daniel. Y así he vivido, rota, hasta que reapareció. Me los devolvió. Le amo y me ama. Suena a historia romanticona de película taquillera de Hollywood, pero es así. Le conté lo nuestro y lo entendió. Hoy sabe que estoy aquí.

- ¿Y lo que has hecho?

- No he sido tan detallista, pero no dudo que imagina que, por cómo soy, esta será la despedida que iba a darte. Somos adultos.

- Un hombre muy liberal, ese Javi.

- En cuestión de relaciones humanas, en España estamos muy atrasados. Daniel..., sé feliz. Te lo mereces.

- Te quiero -repito, quemando así mi último cartucho.

- Crees quererme. En realidad, creo que en tu casa está tu hogar, solo que tú no lo sabes. De haberme amado, Daniel, hace mucho que me hubieras dicho te quiero.

Cerramos la puerta de la habitación. Natalia sale delante. Cierro la puerta. Toco mi rostro y quito una lágrima de mi mejilla. Aún sigo sin saber si es de rabia, orgullo herido, impotencia o desamor. Ninguna amante me había dejado hasta ahora. Y curioso, cuando lo pienso en este momento. Yo he solido hacerlo como Nat me ha contado que una vez lo hizo un amante, llevándose con él un trozo de su alma: sin despedida. Me pregunto cuantos trozos me habré llevado yo conmigo... Nat nada se lleva pero deja un vacío grande en mi pecho, además de esas lágrimas que se deslizan por mi mejilla. No se ha dado cuenta de ello pues ha cogido el móvil y está waseando. De seguro que escribe a Javier para comunicarle que todo ha terminado...